Por: María José Evia H. Google
El pasado jueves 26 de junio, tanto redes sociales como medios de comunicación cubrieron una situación lamentable sucedida en el marco de la Movistar Campus Party (un evento que une a desarrolladores, emprendedores y demás personas intresadas en el mundo de la tecnología) en Zapopan, Jalisco: la empresa de productos electrónicos MiPc utilizó el cuerpo de una de sus edecanes para invitar a los asistentes a escanear un código QR. Este se encontraba impreso en su vestido, a la altura de los glúteos, por lo que la activación resultó en extremo sexista.
Paco Ragageles (@pacoragageles) , uno de los organizadores, respondió a las críticas primero por Twitter y después con una entrada de blog, disculpándose pero también criticando a quienes difundieron las fotografías del incidente:
Lo curioso es que lo hacen nombrando a la marca y poniendo las fotos, ante lo cual yo alucino; o sea, ¿criticas una cosa y tu forma de cuidar a la edecán es publicando y dando difusión a la foto de sus nalgas? Puedes hablar de ello, pero subir la foto de las nalgas es como ¿pero en qué estás pensando?
En este punto estoy en desacuerdo con Ragageles, ya que el contexto es importante. En este caso, las imágenes de la edecán no sirvieron para continuar con la cosificación de la mujer, sino que se utilizaron para denunciar una situación sexista dentro del evento. De hecho, me pregunto si los organizadores hubieran sido tan rápidos en responder si se hubiera difundido la inconformidad solamente con palabras, sin las poderosas imágenes que demuestran que se trataba de una estratagema publicitaria poco ética.
Desgraciadamente, ese no fue el único incidente en el que se vio la falta de sensibilidad de género durante el evento. Ese mismo día, Eduardo Zepeda, quien trabaja en el Fondo de Información y Documentación para la Industria (INFOTEC), dependiente del Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología (CONACYT), ofreció una plática titulada «Hackeando al sexo femenino«, la cual tenía como objetivo dar a conocer «trucos» o «estrategias» para conquistar a mujeres, haciendo una comparación con términos de tecnología. Esta se ofreció como parte de la estrategia de la Asociación Mexicana de la Industria de Tecnologías de Información para impulsar el sector de apps en México.
El video de la conferencia ya ha sido retirado de internet, pero contenía diapositivas con mensajes como «Lo que se dirá en esta plática […] ahora será explicado de una manera más fácil de entender (hasta por las mujeres)», «las mujeres no se entienden ellas mismas», además de toda una sección con métodos «poco éticos» para lograr el objetivo. En resumen, se trató de una ponencia donde se comparó a las mujeres con aparatos electrónicos que pueden ser modificados a voluntad de su usuario, todo esto mediante estereotipos de género y clichés que fomentan el acoso y la violencia de género.
De nuevo, las redes sociales pidieron una explicación, y todas las instituciones involucradas se apresuraron a pedir disculpas y Campus Party ofreció su postura oficial. Cuesta creer que ninguna de las partes responsables hayan revisado y aprobado con anterioridad este contenido, sobre todo después del primer incidente, y teniendo en cuenta que se trata de un evento que pretende impulsar la inclusión y el cambio social.
Comunicado. >> pic.twitter.com/D88nChMGri
— APPlícate (@ApplicateMx) junio 27, 2014
El Conacyt informa http://t.co/BrH0GmBpqg
— Conacyt México (@Conacyt_MX) junio 28, 2014
Más tarde, el viernes 27, se realizó una mesa llamada «Campuseros por la inclusión». Según el blog del colectivo Epic Queen, que impulsa a mujeres en la tecnología, se resolvió:
Que Campus Party incluya a las comunidades más, como ponentes y cómo parte de la organización, crear una generación de políticas explícitas, un código de conducta que establezca normas que no son aceptadas, que los campuseros firmen sobre lo que están de acuerdo, que se comprometa a hablar del tema de mujer y una invitación sin odio, sin violencia y sin discriminación.
Sin embargo, me parece que un evento de esta envergadura, y con esta gran capacidad de influencia, debería ir más allá: proponer objetivos medibles, tomar compromisos más importantes. Por ejemplo, todos los organizadores deberían pasar por una capacitación en diferencias de género, se deberían imponer metas de número de mujeres ponentes en cada edición del evento, explicar cómo se piensa sensibilizar a los asistentes, y un largo etcétera.
Las disculpas y las reacciones se dieron de forma muy rápida ante la polémica de esta edición, pero en primer lugar las desagradables situaciones de abierto sexismo nunca debieron suceder. Es momento de que las instituciones sean más proactivas respecto a estos temas.