¿Alguna vez has escuchado a alguien decir que el estrés lo está matando? Si es así, o tú mismo lo has dicho en alguna ocasión, probablemente hayas pensado que se trataba de una aseveración exagerada, pero de acuerdo con estudios recientes en verdad podrías estar equivocado, ya que el nivel de presión de los las personas en diferentes países del mundo puede estar afectando su esperanza de vida.
En términos generales existe una búsqueda que los seres humanos, sin importar nuestro género, origen étnico o creencias religiosas tenemos en común: la felicidad. Cuando la vida es feliz, nos gusta tanto que emprendemos una búsqueda adicional de longevidad.
Pero en un mundo bombardeado por los estereotipos y repleto de exigencias cada vez más grandes a nivel personal y laboral, trabajar por una vida larga y feliz puede resultar algo sumamente complicado. Investigaciones recientes han determinado que desde 1998 el incremento en la tasa de mortalidad entre las personas de mediana edad ha superado al de las muertes por VIH/sida.
De acuerdo con un artículo publicado por Anna Petherick en The Guardian, la felicidad y la longevidad se encuentran íntimamente vinculados. Las regiones cuyos habitantes llevan por norma un estilo de vida más saludable y cuya esperanza de vida es más elevada, también tienen un nivel de felicidad por encima del promedio, según datos del Informe de Felicidad publicado por la ONU este mismo año.
Entre 2000 y 2005 la esperanza de vida promedio a nivel mundial era de 65 años para los hombre y 69 años para las mujeres; para el periodo que comprende de 2010 a la actualidad, ésta se ha incrementado a 68 y 73 años respectivamente, impulsada en gran medida por los cambios del mundo en desarrollo y la tendencia a una vida más saludable.
Sin embargo, desde finales de 1990 el bienestar físico y mental de un sector importante de la sociedad ha sufrido una fuerte caída, principalmente en Estados Unidos, y la obesidad tiene poco que ver con ello. A lo largo de este periodo se ha incrementado un 2.3% el porcentaje de hombres de mediana edad con dificultad para subir escalones, hacer ejercicio e incluso salir con amigos, un fenómeno que Petherick atribuye en gran medida a los problemas económicos; algo muy distinto a lo ocurrido en países como Irlanda e Islandia, cuyas economías sufrieron fuertes golpes en los últimos años y en los que sus habitantes parecen no estar del todo tristes.
Según Petherick, una lo realmente sorprendente de la relación entre la felicidad y la longevidad radica en que parece fluir de forma bidireccional; es decir, una vida incómoda y poco saludable que afecta la esperanza de vida de los seres humanos tiene un efecto negativo en la felicidad, mientras que un incremento en la felicidad puede traducirse en una vida más larga y saludable.