Por: Mayte Holguera, coordinadora de Inversión Social de Primera Infancia en Fundación FEMSA, asesora de Estrategia de FH Guatemala e integrante de Chinampa MX
De acuerdo con el gobierno de México, en 2020 las detenciones de niños menores de 11 años que viajan solos por nuestro país presentaron un aumento del 188% con respecto al año anterior. Tan solo este dato nos recuerda que los niños son uno de los grupos más invisibilizados por la sociedad. Y que, además, en un tema tan complejo como la migración, son los más vulnerables. Se enfrentan día con día al constante torbellino de estrés tóxico si, en mala fortuna, no son atendidos de manera oportuna.
Pero como todo en la vida, esta situación está llena de dualidades. Ante el panorama complejo que enfrentan los niños migrantes, existe una esperanza que nos invita a tomar acción: es justo en esta etapa de su vida, y sobre todo en los primeros seis años, donde pueden tener mayores beneficios si son atendidos a tiempo.
Crear calidez en medio de la adversidad
Las experiencias intensas, ya sean adversas o positivas, que viven los niños y niñas en esta etapa, los marcarán para toda la vida. Un desplazamiento fuera del hogar puede ponerlos en situación de inseguridad y rezago socioemocional, mientras que un cuidado seguro de parte de sus cuidadores puede impulsar positivamente su desarrollo.
Es natural querer que todas los niños y niñas vivan experiencias intensas pero busquemos que sean positivas: que crezcan en espacios seguros, dentro de familias unidas, con cuidadores que tengan interacciones cálidas con ellos. Ante la difícil situación que vive la niñez migrante, la respuesta humanitaria debe de tener un enfoque integral que respalde a la familia completa que está pasando por esta situación de crisis.
Es importante acercar a sus padres y cuidadores herramientas de crianza positiva, habilidades socioemocionales y recursos para cuidar su salud mental. Así podremos incidir en la niñez en situación de migración y potenciar su desarrollo.
Momento para invertir e intervenir
Según Norbert Schady, asesor económico principal para el Sector Social en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), los niños y niñas que crecen en entornos adversos son más proclives a contar en su vida adulta con menor escolaridad, menor capacidad productiva, menores ingresos y mayor propensión a conductas violentas y de riesgo, como adicciones o embarazos tempranos.
De la misma forma, las intervenciones que se hagan durante la primera infancia tendrán efectos positivos a largo plazo. Esta etapa es clave para invertir en el desarrollo de las personas por el impacto multiplicador que tendrá a futuro en toda la sociedad.
Celebremos la vida de los niños y niñas con intensidad. Aquella que es positiva, que multiplica bienestar y transforma generaciones próximas.