Son empleados del sector servicios que trabajan en empresas como Google, Apple o Facebook, pero su realidad es muy distinta a la de los ingenieros. Comparten casa con otras cuatro o cinco familias, no tienen derecho a enfermar y no pueden asumir el coste de la vida en un lugar que se encarece por momentos. Una situación límite que les ha llevado a unirse, a afiliarse a sindicatos y a manifestarse para exigir que los más ricos les presten atención.
“Creo en un Silicon Valley donde familias como la mía puedan prosperar”. “Creo en un Silicon Valley donde quienes trabajan duro y cumplen las reglas puedan conseguir lo suficiente para vivir”. “Creo en un Silicon Valley donde las tiendas sean solo para los cámpines, donde los sofás sean solo para ver la televisión y los garajes para los coches, en lugar de ser viviendas para mi familia y mis amigos”.
Mensajes como estos se ven en las pancartas que enarbolan los cientos de personas que protestan desde hace meses en la cuna de las empresas tecnológicas. La mayoría son inmigrantes, sobre todo latinos y afroamericanos, y trabajan de porteros, cocineros, jardineros, conductores, agentes de seguridad, niñeras o camareros para firmas como Google, Facebook o Apple. También reciben el apoyo de distintas comunidades religiosas. Judíos, musulmanes y católicos unidos por una causa común: organizarse para poner fin a la epidemia de desigualdad en la región.
Su enclave estratégico es San José, en parte porque allí viven muchas de las familias con menores ingresos y también porque se encuentra allí la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, que se ha convertido en un lugar de lucha obrera gracias a la determinación de su pastor Jon Pedigo.
Aunque los trabajadores con salarios bajos de Silicon Valley llevan años pidiendo mejoras, en los últimos meses el movimiento ha cobrado intensidad y eficacia. Los trabajadores están perdiendo el miedo y se están afiliando a sindicatos, a organizaciones y agrupaciones para negociar sus derechos laborales. Como explica María Noel Fernández, la situación se ha vuelto insostenible: ingresos por los suelos, más desigualdad que nunca y familias enteras perdiendo sus casas. Además, el país ha entrado en la dinámica de campaña de cara a las presidenciales, lo que hace de este un buen momento para presionar y exigir derechos.
Fernández es el líder de Working Partnerships USA y Silicon Valley Rising, dos coaliciones de sindicatos, líderes religiosos y asociaciones que trabajan para construir una economía basada en la alta tecnología que funcione para todos. En la actualidad, denuncian, “mientras las empresas tecnológicas consiguen enormes ganancias, los trabajadores que las mantienen funcionando quedan atrás”. Piden más responsabilidad corporativa, un salario digno y una vivienda asequible.
El pastor Jon Pedigo, a la cabeza de muchas protestas, explica que compañías como Microsoft o Adobe, que presumen de ofrecer servicios y productos que benefician a toda la población, “no están haciéndonos la vida más fácil, sino todo lo contrario”. Por eso pide a las empresas que compartan su abundante cosecha con aquellos que se implican en conseguirla. “Queremos tener una vida mejor, pero ¿cómo es posible cuando nos tratan como esclavos?”.
La desigualdad entre ingenieros y trabajadores del sector servicios parece ser brutal. Según un informe publicado por Silicon Valley Rising a finales de 2014, alrededor del 31 por ciento de los puestos de trabajo en Silicon Valley se cubren por un sueldo igual o inferior a los 16 dólares la hora (269 pesos, aproximadamente), algo que afecta especialmente a las comunidades de color y a las mujeres. Mientras tanto, los que tienen carreras tecnológicas, según Pedigo, pueden ganar entre 63 y 70 dólares la hora (entre mil 50 y mil 178 pesos). Con este panorama, tres de cada 10 familias no pueden vivir por su cuenta porque no ganan lo suficiente para mantenerse.
“Es un escándalo”, sentencia el pastor. Los menos favorecidos se ven obligados a trabajar incluso cuando están enfermos, sin tiempo para recuperarse, para salir ni para atender a las necesidades de la casa. “Los tratan como a burros en el campo”. Solo el 64 por ciento de los latinos y el 56 por ciento de los afroamericanos con bajos ingresos tienen seguro médico.
Hasta cinco familias comparten un inmueble pensado para una sola, llegando a vivir 20 personas en el mismo espacio, cinco o seis en cada habitación (comedor incluido). Las empresas “han creado una economía que está subiendo el coste de vida”, denuncia Fernández, y los privilegiados de la región construyen lujosas viviendas donde solo ellos pueden vivir. Cientos de personas han tenido que a mudarse a otras comunidades y se ven obligadas a conducir durante varias horas cada día para desplazarse a su centro de trabajo.
Según explica el padre Pedigo, una familia de bajos ingresos suele ganar alrededor de 21 mil dólares al año (alrededor de 353 mil 582 pesos); si es indocumentada, algo menos. Siendo el alquiler tan caro, ” es imposible que una familia pueda sostenerse en esa situación”. Muchos se ven obligados a pluriemplearse. Por eso, una de las prioridades de los movimientos sindicales y de protesta es dar solución a esta tragedia cuanto antes.
Salvador Bustamante es mexicano y lleva 35 años viviendo en San José. Está al frente de Latinos United for a New America, otra de las organizaciones que se han implicado en las protestas de la zona, que sirve de unión entre sindicatos y trabajadores. Explica que otro de los frentes de lucha es el de los subcontratados, personas que trabajan para el proveedor de alguna gran empresa. Denuncia que estos empleados no tienen ningún tipo de derecho, “y si uno va a reclamar a Google o Apple, su respuesta es que esas personas no trabajan para ellas. Es una manera de lavarse las manos”.
A los jóvenes de esas familias con menores ingresos les espera un futuro muy poco prometedor. Según Bustamante, el 40 por ciento de los inmigrantes que van a la escuela en Silicon Valley nunca llegarán al instituto. En contraste con blancos y asiáticos, solo un 15 por ciento de los latinos de entre 20 y 25 años tiene un título universitario.
Muchos de estos jóvenes tienen que abandonar pronto sus estudios para contribuir a la economía doméstica. Por eso critica que las empresas inviertan tanto dinero en atraer trabajadores cualificados de otros países en vez de promover la formación de jóvenes autóctonos. “Nuestros muchachos están destinados a vivir una vida de fracaso”.
Pasos en la laucha
La lucha va sumando victorias poco a poco, sobre todo en el ámbito de las empresas de transporte. De momento, los transportistas de Facebook, responsabilidad de Loop Transportation, se han unido al sindicato Teamsters y han logrado negociar con la empresa un aumento de sueldo de los 17 dólares por hora a los 21 (de 286 a 353 pesos). Además, la asistencia sanitaria y la pensión están ahora cubiertas por la compañía.
Los trabajadores de Compass Transport, que conducen los autobuses en que se desplazan empleados de Apple, eBay, Yahoo o Zynga, se afiliaron hace meses y ahora están negociando aumentos de salario, pago de horas extraordinarias, vacaciones remuneradas, seguro de salud y jornada partida.
A principios de agosto, eBay mostró su apoyo a los transportistas y anunció que asumiría la mayor parte de los costes que genere esa subida de sueldos. Apple también está trabajando para mejorar las condiciones de los suyos, sobre todo en materia de pensiones y jubilación.
El activismo se centra actualmente en Google Express, cuyos conductores están subcontratados por Adecco. “Lamentablemente, Adecco contrató abogados antisindicato para intimidar a los trabajadores”, explica Fernandez, por lo que la prioridad de Silicon Valley Rising es ahora procurar que no sufran represalias por alzar su voz y que la empresa cambie de postura.
A pesar de los logros, todo el que se suma al movimiento sabe que falta mucho por resolver y que será difícil, sobre todo porque se enfrentan a oponentes poderosos. De hecho, en agosto se supo que Bauer, uno de los mayores operadores de transporte para las empresas tecnológicas en San Francisco, se había dedicado a espiar a aquellos empleados que estaban a favor de sindicatos y protestas. La empresa ofrece servicio a firmas como Twitter, Yelp, Cisco, Salesforce o EA Games, y sus conductores estaban empezado a exigir cambios en sus condiciones laborales.
Estas organizaciones también saben que hay muchas personas quedándose por el camino más allá de los trabajadores del transporte. Al menos, gracias al trabajo de la organización SEIU, Google ha empezado a considerar a los empleados de seguridad de sus instalaciones como propios, por lo que ahora cuentan con los mismos beneficios que cualquier otro. Apple ha querido seguir el mismo camino.
En la lucha obrera no pierden la esperanza. Creen que aún se puede conseguir que las empresas de tecnología hagan lo correcto. Saben que no será fácil, pero seguirán luchando por sus familias como parte de una comunidad unida, buscando salidas a una situación que no tendría por qué ser irreversible.
Fuente: sinembargo.mx