Estimado lector, como parte de mi andar en el mundo del deporte y específicamente del running, te comento que participé en la más reciente edición del Maratón de Boston, el número 117, el cual se vio empañado debido al acto terrorista que se suscitó en la Meta del mismo.
En esta lectura te muestro la visión de un corredor mexicano –la mía- que con mucha dedicación, esperanza y emoción se prepara para esta carrera, como la veo, la vivo, muestro un detalle de como influye la gente que queremos en nuestras decisiones y lo más importante, te dejo ver como éste, mi 6° Maratón me ha cambiado la vida…. Espero lo disfrutes como yo al escribirla en la tranquilidad de mi hogar y sabiéndome ileso.
Con muchísima ilusión empecé mi preparación para correr el 6° maratón en 8 años; en Diciembre pasado estaba arrancando entrenamientos para hacer un gran tiempo en el maratón más longevo de la historia, el “Abuelo de los Maratones” le llaman, el Maratón de Boston.
Y fue así como arrancó esta travesía que incluye correr 6 de 7 días a la semana, cambios de ritmo, carreras largas, parques nuevos, entrenamientos de altura, cortar las desveladas, las pláticas nocturnas con los amigos, fiestas, no más de 2 vodkas… entre otros muchos placeres que hay que disminuir, pero todo porque tienes ante ti un gran reto que es correr ese maratón, cruzar el último tapete, llegar a los 42 kilómetros, correr el maratón más importante del mundo.
Después de 5 meses de preparación, de arreglos logísticos, avión, hotel, maleta, suplementos alimenticios, toca llegar a la hermosísima ciudad de Boston donde nos recibe un clima nada favorecedor ya que estábamos a 4°C a las 10:35 pm, pero ni eso mermaba la esperanza de conocer esta gran ciudad y formar parte en la carrera tan esperada.
Dos amigos y yo correríamos este Maratón y nuestras respectivas novias y esposas nos apoyarían en este evento; además de acompañarnos en este viaje tan especial.
El sábado 13 todos juntos fuimos a recoger los números de corredor y ya en la noche cada quien en la intimidad de su habitación preparamos todo para el gran evento, shorts, calcetas, tennis, gorra, música, ropa interior, por supuesto la playera de la Selección Mexicana con la que orgullosísimamente corro este tipo de carreras ¡Todo listo para vivir una de las mejores experiencias deportivas!
El Lunes 15 de Abril, día del Maratón todo corre sin sorpresas, mis amigos y yo llegamos a un Parque Increíble llamado “Commons Park” donde cerca de 500 camiones escolares, todos ellos impecables, sin estampas, sin ralladuras, ni golpes, ¡vaya, como de película! nos llevaron a miles de corredores al pueblo donde arranca este maratón, Hopkinton que está a casi una hora de camino.
Al llegar a Hopkinton todo transcurre con normalidad, los nervios de los participantes van en aumento, todos sentados en un lugar que se estableció ex profeso para los atletas, baños, donas, cafés para todos, los corredores relajándose previo a cumplir más que una meta un sueño, el sueño de correr 42 kms, de demostrarse a sí mismos que pueden hacer eso y más, de demostrar que son triunfadores solo por el hecho de estar ahí, personas de múltiples nacionalidades, mexicanos, colombianos, italianos, suizos, canadienses, brasileños, alemanes, chilenos, japoneses, coreanos, entre otros y cantidades iguales de hombres y mujeres, jóvenes desde 18 años hasta ancianos de 80, personas sin una pierna, sin un brazo, personas con discapacidades diferentes (invidentes, sordos, autistas) todo mundo es igual aquí, no hay discriminación alguna, todos con la meta dibujada en la frente, todos con ilusiones, son gente “de a pie” gente común que no tiene más que mensajes positivos para la humanidad, mensajes para sus familias, amigos, amigas, dedicatorias para los que no están ya con ellos, primas, hermanas, sobrinas, padres y en la cara de todos se puede leer la emoción de algo positivo, gente amable, la amabilidad que te da el estar de muy buen humor y lo mejor de todo es que todos nosotros (27,000) juntos y esperando el pitazo de salida estamos hermanados, somos parte de una fraternidad en la que nos entendemos sin conocernos, sin saludarnos siquiera.
La carrera es todo un espectáculo, pasando los primeros kilómetros nos saluda gente a los dos lados de la carretera, familias que salen de sus casas y montan asadores para ver pasar y alentar a los corredores, sí, a personas que no conocen, que no son famosas y que distan mucho de ser atletas elite, grandes escritores, actores, cantantes; pero ahí están todos ellos alentando y pasan los kilómetros, las subidas y bajadas se vuelven cada vez más difíciles, las caras de los corredores se van transformando, de placer y emoción a orgullo y gusto al ver a tanta gente alentándoles; luego a caras de un poco de sufrimiento debido a los columpios por los que se deben dejar parte de las suelas de los zapatos, subidas y bajadas que cada vez se van sintiendo más en las rodillas, cadera, pero todo sigue pasando como si estuviéramos en una gran fiesta en la que todo mundo se siente invitado y todo mundo está feliz de formar parte de ella.
Siguen pasando los kilómetros y nos encontramos con estudiantes de diferentes escuelas, equipos de porras, jóvenes trasnochados que siguen en la fiesta y otros que arrancaron esa mañana, con la mejor de las actitudes ayudando a los corredores a seguir el camino, mintiéndoles diciendo que se ven “perfecto” que nos vemos “muy fuertes” y otros con gritos de ánimo “keep it up guys”, “looking strong”.
Llegando al Kilómetro 20 las lesiones con las que vengo a este maratón se hacen presentes y hacen que disminuya la velocidad considerablemente, dolor en rodilla derecha que solo era durante las subidas, pues ahora también en las bajadas, debido a ello trato de compensar con la pierna contraria y arranca el dolor del tobillo y cadera en esa pierna también, de modo que en cinco minutos ya me duelen la rodilla derecha, y el tobillo y cadera izquierdas, “a aguantar Mauricio que no te puedes quedar a la mitad de una carrera”… sigo corriendo lentamente cuando de repente veo a mi novia Esther, preciosa española de 1.75mts de altura, pelo castaño lacio, flaca como una espiga con chamarra de México corriendo hacia mi con una sonrisa de mucho orgullo quien abrazándome y besándome me grita que está muy orgullosa de mí, corre conmigo unos 100 metros, nos damos muestras de cariño y nos despedimos… ¡uno de los momentos más gratos de esta carrera! “Venga Mauricio con un apoyo así debes terminar y bien”, los ánimos suben al 100%, es como si volviera a arrancar la carrera, la ilusión intacta.
Al seguir corriendo me encuentro con muy pocos mexicanos alentando a los corredores, uno que otro “échele ganas México” aislado, tímido entre la multitud, pero llegaría mi segundo momento importante que fue ver a un par de señoras chaparritas, gritando como si la vida se les fuera en ello un ¡Viva Méeeexicooo! Sí, algo que no había visto los primeros 25 kilómetros, dos señoras muy agradables metidas en la carretera ondeando la bandera más bonita del mundo, la mexicana, alentándome, y cuál sería mi sorpresa al ver que una de ellas era la esposa de nuestro ex Presidente Felipe Calderón, claro, “¿Margarita Zavala echándome porras a mi? ¡Veeenga Mauricio! ¡Qué emoción ella aquí en medio del frío y repleta de gente que no conoce para animar a algunos pocos mexicanos! ¿y ése soy yo? ¡Qué orgullo! “Veeenga Mauricio da oootro empuje más, con más fuerza, no te duelen ni las rodillas ni nada más. A seguir corriendo con corazóoon.”
Entrando a la etapa final me encuentro tan desgastado que decidí SI terminarlo pero disfrutarlo, no preocuparme por mis tiempos sino por relajarme y disfrutar a cada persona que le “chocaba la mano”, por gritar de emoción con la gente que nos alentaba, por observar a los demás corredores al lado mío, muchos caminando-corriendo, viejitos, niñas de 18 años acompañadas algunos metros por amigas, hermanos, primos, alcancé y rebasé al Sr. Hoyt famoso por correr maratones y hacer Iron Man’s con su hijo en carreola, saludar a mucha gente en los barrios de Boston, si claro, “por fin he llegado a Boston.”
Pero al seguir avanzando, pasar el famoso e histórico anuncio espectacular de “CITGO” que nos indica que falta una milla para que acabe el maratón la gente empieza a detenerse, mucha gente en el medio de la calle, yo totalmente indignado porque se metieron en la ruta de los corredores que estamos buscando la gloria personal pregunto a un espectador qué era lo que pasaba y comentó que al parecer había habido dos explosiones en la zona de la meta.
“¿Explosiones en la meta?”
Aquí inicia otra carrera, una carrera todavía más personal, ulterior… siento mi cuerpo como se va llenando de angustia, se me seca la boca, una profunda tristeza me invade, me llena el cuerpo, me recorren escalofríos, un par de noches antes nos habían dado pases para que nuestras acompañantes pudieran disfrutar de un tratamiento VIP a la llegada a la meta del Maratón; sí, esos malditos pases para que Esther y las esposas de mis amigos estuvieran cómodas en las gradas de la meta, Pero sigo con la duda, “¿serán realidad explosiones en un Maratón? Esto no es un evento político, no puede ser, además explosiones no son bombas, Mauricio, un transformador de luz, un camión de alguna televisora, vaya este es un evento de lo menos “interesante” para un terrorista, esta ciudad tampoco lo es, así que tu tranquilo”… y seguí tratando de convencerme que esto no era un evento terrorista, aferrándome a la idea de que la poca información que tenía yo era “amarillista” y tratando de mantener pensamientos positivos más que negativos en mi mente.
Seguí corriendo hacia la meta, sorteando a cientos de personas, miles que estaban a la mitad de la calle, incrédulos, no sabía nadie a ciencia cierta qué estaba pasando, algunos con caras de terror, lágrimas, gritos, otros calmados, algunos más con la ignorancia de no saber que estaba pasando caminaban, reían, disfrutaban de calles totalmente transitables por peatones, hasta que a 600 metros de la meta no me dejaron seguir avanzando, una militar dando órdenes que los corredores fuéramos hacia una “meta alterna” donde nos entregarían nuestras medallas, kit de corredor, etc.. y esto era hacia la derecha de la calle…
En ese momento la gran mayoría de los corredores se dirigieron hacia allá y fue donde me detuve por unos instantes a pensar que era lo que yo quería hacer ¿a dónde me dirigiría?
La meta original estaba derecho sobre esa calle la cual estaba bloqueada, mi hotel a mano izquierda, por lo que sin pensarlo más de un segundo giré hacia el lado contrario, la gloria personal puede darse en cualquier otro momento, ahora la prioridad es la seguridad y bienestar de Esther, corro con mayor velocidad, no hay dolores que valgan en esta situación, me acerco a un fotógrafo profesional -esto me lo indicó el gran lente que tenía- al que le pregunto “Que ha pasado?” y me contesta tímidamente que no sabía nada, pero ante mi insistencia y desesperación me contesta que hubo dos explosiones “at the finish line.”
Confirmada la información que tenía hace 10 minutos antes, ahora sí, el sentir de angustia, soledad, frustración, miedo, terror, pánico me aborda, me sube la temperatura, incredulidad… Una tristeza inexplicable me golpea y empiezo a correr y llorar sin querer creer lo que me acababa de decir el fotógrafo, sin entender porque en un evento así se dan estas cosas, sin querer creer que estaba pasando justo eso. Preguntándome si Esther y nuestros demás amigos estarían en la meta donde teníamos lugares?? “¡Claro que AHÍ debían estar! ¿Por qué habrían de NO estarlo? Si es un lugar excepcional para ver a tus amigos y familiares cumplir sueños y sin tener que estar soportando empujones de más gente ¡claro que estaba ahí!”
Pero ¿y yo que debo hacer? “Tengo que ir al Hotel que se encuentra a 2 calles de la zona de explosión, espero que ahí esté; Dios por favor que esté ahí, que no haya llegado a la meta y ante todo esto se haya ido al Hotel a esperarme ¿y si estaba ahí? ¿Y si le pasó algo?” muchos pensamientos invadieron mi mente y no eran positivos. “Esther por favor no hayas llegado a la meta. ¡Por favor, Dios ayúdame a que no sea así! ¡Que no haya llegado a la meta, que se hayan desviado en el camino! sabiendo que lo que estaba pensando era tonto, hasta ridículo pensar que se desviarían.
Mientras corría, pensaba yo que haría si no estuviera en el Hotel ¿Cuál sería mi siguiente punto para encontrarla? El siguiente punto era la meta, la “zona de desastre”, También pensaba en sus padres que acababan de estar hace un par de semanas en México ¿qué les diría? “¡Ella viene a acompañarme! ¿es mi culpa? ¿sus hijas?”… todo esto mientras corría y corría hacia el hotel. Llegando a él, entro al lobby y veo por lo menos 500 personas todas con caras desarticuladas, llorando, buscando a sus familiares y amigos y al lado derecho me encuentro a mis grandes amigos Adrián y Montzerrat quienes gritan: ¡Ahí está Mau! dirigiéndose a otra persona a la que volteo a ver y era Esther que corre hacia mí y nos abrazamos en un mar de lágrimas, la agonía que duró 10 minutos ha llegado al fin, la veo perfecta, no le pasó nada, solamente aturdida por los acontecimientos, triste, angustiada, pero nada físicamente que lamentar.
Mi lentitud al correr los primeros 25 kilómetros hizo que no le diera tiempo de llegar a la meta justo para presenciar las bombas, se quedaron a una cuadra, oyeron el estruendo de la 2ª bomba, vieron el polvo y gente correr pero gracias a Dios estaba muy lejos de los impactos. Ella, mis amigos y esposas, todos bien, a nadie de nuestro “equipo de viaje” alcanzaron físicamente este par de explosiones, estuvimos muy cerca de salir dañados por estos artefactos, por estas personas que quisieron hacerle daño a algunos corredores y sus familias.
Gracias a la vida que no tenemos daño físico que lamentar, aunque si nos deja un daño muy fuerte, uno que ni en un mes se podrá quitar, es el daño emocional que nos deja esta situación, mismo que tendrá que ir bajando a la vez que nuestro agradecimiento a la vida va creciendo.
Lo que me deja este Gran Maratón de 41.5 Kilómetros es que la gloria personal no debe ser supeditada a logros establecidos por cualquier persona o entidad que no seas Tú mismo, las metas profesionales, laborales, económicas pueden esperar o pueden verse modificadas en el transcurso de la Gran Carrera llamada “VIDA”, lo que no, es la tranquilidad de saber que tú y tus familiares y amigos están bien, con ese sentimiento te puedes regresar a tus labores diarias, a tu ciudad, a tu vida imperfecta y a planear otros momentos de gloria.
Mauricio Ramírez Cuesta
Trabajo con el deporte y el marketing; me he especializado en el cruce de estos con la responsabilidad social y la sustentabilidad. Estoy convencido de que en el deporte también se gana creando valor.
Licenciado en Marketing por la Universidad Anáhuac y MBA. Soy profesor y conferencista en Sports Marketing.
Twitter: @sports_mau email: [email protected]