La economía del mundo evoluciona hacia las tecnologías de energía renovable y México debería insertarse en esa tendencia.
Es Thomas Friedman, columnista y escritor estadunidense, considerado el “apóstol” de la globalización, quien extiende la recomendación convencido de que, en alguna medida, hay un mayor convencimiento de que conservar el ambiente es importante, no sólo por razones éticas y de supervivencia, sino de economía.
En conversación telefónica con Excélsior, Friedman extiende la base económica de su defensa ambiental: “La contaminación es desperdicio y el desperdicio es dinero. Cuando se corta la contaminación, se corta el desperdicio, y por tanto hay ahorro”. Esta premisa, afirma, es cierta para los países como para las compañías.
Columnista de asuntos internacionales en The New York Times, Friedman opina que naciones como México deberán decidir si continúan como productoras de petróleo o se convierten en innovadoras de fuentes de energía. “Si son un país productor de petróleo, Dios los bendiga”, dice.
Actualmente el precio del petróleo es alto, “y ojalá dure tanto como sea posible”. Pero el hecho, explica, es que “se ha llegado a un pico en términos de producción petrolera y estamos en un mundo donde la gente busca alternativas. Para mí, México tiene que hacer la transición”. Recuerda que nuestros socios —Estados Unidos y Canadá— buscan reducir su dependencia de los combustibles fósiles, “y hacia allá va el mercado”.
Desde su punto de vista, el petróleo “no va a desaparecer” porque sigue siendo necesario para la fabricación de plásticos y como combustible. De allí que acepta la tesis de que es demasiado valioso para quemarlo y aun admite que será imposible desecharlo de la noche a la mañana. Sin embargo, en el largo plazo, “mi propósito es terminar con la adicción estadunidense al petrópleo, tan pronto como sea posible y en una escala tan grande como podamos”.
Thomas Friedman será el martes orador magistral en la Expo Negocios Verdes organizada por el Centro de Diálogo y Análisis sobre América del Norte (Cedan), del Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey campus Ciudad de México. Allí presentará la conferencia “¿Porqué necesitamos una revolución verde en Norteamérica?” Él mismo responde: por economía de escala, por interrelación, es absolutamente importante que los tres países de América del Norte piensen en términos regionales.
“Si yo fuera un funcionario mexicano estaría a gritos”, expresa: “¿Cómo es posible que China, un país a medio mundo de distancia, se transformara en el principal productor de turbinas de viento y poder solar para Estados Unidos, y México no lo sea? México, por cierto, tiene mucho mayor potencial solar que China”.
Insiste en que los empresarios mexicanos deberían considerar que la economía estadunidense va inexorablemente hacia la tecnología ambiental: “No sé que tan pronto podremos hacerlo, pero hacia allá vamos”. Y es gente joven, dice, la que quiere encabezar esto: “Ése es el futuro de Norteamérica en términos de energía. No sé si tardaremos cinco, diez, 15 años; pero si yo fuera México querría alinear mi base industrial a ese futuro, no resistiéndolo o ignorándolo porque ahora tengo ventaja en combustibles fósiles”.
En Friedman habita la convicción de que el mundo está en proceso de orientarse hacia las tecnologías de energía renovable, la próxima gran industria: “Si Estados Unidos no lograra dominarlas, no seremos la economía global”.
Autor de libros como La Tierra es plana (Martínez de la Roca, 2006) y Lexus y el árbol de olivo, que abordan la globalización y sus efectos, el periodista descarta los llamados a cancelar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
“Creo que en una economía global, en una región tan grande como la eurozona o hasta con más gente como en Estados Unidos, Canadá y México, necesitamos la base de una zona de libre comercio para ser globalmente competitivos. No puedo imaginarme echar atrás el reloj”, puntualiza.
Convencido de que las sociedades y la iniciativa privada siempre van por delante de gobiernos y políticos, Friedman recurre a la “economía verde” como un ejemplo de cómo ciudadanos y empresas están por delante de sus gobernantes.
Los gobiernos se han demorado en el tema (de las tecnologías verdes), pero ya son necesarios para dar solidez a ese desarrollo, considera Friedman, quien expresa sus dudas en torno de los resultados de la próxima cumbre ambiental que se llevará a cabo a finales de noviembre en Cancún, México.
“Mis expectativas son bajas”, aunque guarda la esperanza de que Estados Unidos actúe sin aguardar un acuerdo de los 193 países participantes. “Espero que al asumir el liderazgo inspiremos a más países para hacer lo correcto”. En cualquier caso, asegura, le gustaría que hubiera avances importantes para revertir el calentamiento global.
*Con la asistencia, edición y traducción de Sofía Viguri, asistente académica del Cedan. Preguntas elaboradas por José Carreño, Sofía Viguri e Isabel Studer.
Las palabras de un experto
Hay temas indispensables entre las preocupaciones del escritor, entre ellas, las Tecnologías Energéticas que marcarán el desarrollo en el futuro
Usted ha señalado que la guerra contra el terrorismo ha distraído a Estados Unidos, aislándolo y haciendo que pierda su camino hacia el liderazgo global. También ha afirmado que lo “verde” es la nueva estrategia para mantener la ventaja competitiva de Estados Unidos. ¿Esto ha cambiado con el presidente Obama?
— Pienso que el presidente Barak Obama realmente ha incorporado la innovación verde en su agenda. Lo que llamo Tecnologías Energéticas (ET, por sus siglas en inglés) serán las nuevas IT (Tecnologías de la Información) en un mundo caliente, plano y sobrepoblado (en referencia al título de su libro: Hot, Flat and Crowded: Why We Need a Green Revolution and How It Can Renew America). El país que domine las ET tendrá una ventaja económica tan importante como aquél que dominó las IT, Estados Unidos en este caso. Los estadunidenses necesitamos asegurarnos de dominar las ET tanto como dominamos las IT; estoy convencido de que ésta será la próxima gran industria global. No figuraremos en la economía mundial si no dominamos esa industria.
Las energías limpias serán la próxima industria global, como usted lo ha dicho. Pero la transición será muy difícil. ¿Puede explicar por qué y qué puede hacerse para llevarla a cabo?
— Hay dos razones. Una es la escala de la energía que necesitamos. Si vamos a reemplazar toda la energía que obtenemos del petróleo, el carbono y el gas con fuentes limpias, estamos hablando de un proceso de magnas proporciones. La segunda razón, que constituye un gran reto, es que exige una señal de precios. El carbono, el crudo, el gas natural, todos son baratos. Las nuevas tecnologías energéticas en principio son más caras, por lo que se tiene que lograr que la gente renuncie a los combustibles sucios y baratos para optar por energías limpias pero más caras, cuyo precio eventualmente bajará. Será un enorme desafío.
¿Qué recomendaría a los jóvenes emprendedores “verdes” en América del Norte? ¿Cree que un joven empresario mexicano, interesado en energías limpias y asuntos ambientales, tendrá más futuro que aquéllos que tienen una visión más convencional?
— El mercado de la frontera norte —Estados Unidos y Canadá— está haciendo todo por reducir su dependencia de los combustibles fósiles, lo más dramática y rápidamente posible; hacia allá nos dirigimos. No sé qué tan pronto lo logremos, pero ésa es la dirección. Si hablas con los jóvenes, ellos son quienes quieren asumir el liderazgo en esto, ése es el futuro de América del Norte en términos energéticos.
Vivimos en un mundo donde todo se ha convertido en mercancía (commodity). La comunicación es mercancía, los préstamos para invertir son mercancía. Si hoy tengo una idea, mañana consigo que una empresa en Taiwán haga el diseño, una fábrica china lo manufacture y Amazon.com lo venda. Todos tenemos la posibilidad de hacerlo. Sólo hay una cosa que aún no se convierte en mercancía: la imaginación, que nos permite imaginar nuevos productos y servicios capaces de facilitar la vida de las personas, hacerlas más productivas y mejorar su salud.
Soy un firme creyente de que en el mundo hay sólo dos tipos de países: los de alta imaginación y los de baja imaginación. Yo quiero que Estados Unidos, y México también, sean países de alta imaginación, porque todo lo demás es mera mercancía. Mientras más personas con ideas chispeantes existan, más empresas y empleos serán creados. Entiendo que no todos tenemos esa capacidad, pero quiero creer que hay un enorme capital humano que inyectará esta chispa a las empresas y dará a la gente lo que necesita para sobrevivir y prosperar: empleos.
¿Qué necesita una compañía para diseñar correctamente una estrategia verde?
— Una estrategia verde significaría que tienes a cada persona de la compañía pensando en maneras de vencer a la competencia con una estrategia verde. Como país y como compañía puedes vencerla siendo verde. En mi idea de estrategia, todos —desde la base hasta la cúspide de la pirámide— están buscando maneras de aumentar la competitividad siendo verdes.
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