Trabajar por la sostenibilidad es superar la tentación de caer en eso que, con tanta precisión, refleja el refranero castellano: “pan para hoy, y hambre para mañana”
¿Está de moda la sostenibilidad? La pregunta es pertinente porque, cada vez, es más frecuente oír esta palabra en muchos debates públicos cuando se habla de la viabilidad (o no) del estado del bienestar, del sistema de pensiones, del modelo sanitario, de la seguridad social, o del sistema educativo, entre otras cosas. También se habla de sostenibilidad en el mundo financiero al referirse a la capacidad de una u otra empresa para conseguir resultados de forma recurrente en el medio y largo plazo.
Sin embargo… ¿Sabía usted que la palabra sostenibilidad no se ha incorporado al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua hasta la edición de 2014, gracias a la «presión» de un amplio grupo de ciudadanos vinculados a los movimientos sociales y ambientales? Para la RAE, sostenible, referido a un proceso, es aquel “que puede mantenerse por sí mismo, como lo hace, por ejemplo, un desarrollo económico sin ayuda exterior ni merma de los recursos existentes”.
Y ese es precisamente su origen: el desarrollo económico y ambiental. Tirando del hilo de la historia, la primera definición de sostenibilidad aparece en el Informe Nuestro Futuro Común con esta redacción: “Desarrollo sostenible es aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades”. Este informe -también conocido como Informe Brundtland, en homenaje a la política noruega del mismo nombre que dirigió su redacción- fue elaborado por la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo en 1985, y asumido por la Asamblea de las Naciones Unidas el 4 de agosto de 1987.
Este informe desencadenaría posteriormente el movimiento de la sostenibilidad en el mundo de la empresa. El primero en dar el banderazo de salida fue, quizá, John Elkington quien, en 1997, creó una de las “ideas fuerza” más importantes para el futuro de esta función: la “triple cuenta de resultados”. Con esta expresión, su autor quería resaltar que una empresa sostenible sería aquella capaz de garantizar un triple objetivo: (1) ser económicamente viable; (2) ser socialmente beneficiosa; y (3) ser ambientalmente responsable.
A partir de ahí, empezaron a surgir los principales instrumentos en torno a los que se está articulando la idea de la sostenibilidad corporativa en el mundo: elGlobal Reporting Iniciative (GRI), (1999); la Norma Marco AA1000 (1999) ; los Indices de Sostenibilidad Dow Jones Sustainability Index (DJSI) (1999); la International Standard on Assurance Engagements ISAE 100, (2000); las Directrices de la ODCE para empresas multinacionales (2000); el Libro Verde para fomentar un marco europeo para la Responsabilidad Social de las Empresas de la Unión Europea, (2001); la Declaración tripartita de principios sobre las empresas multinacionales y la política social de la OIT (2002); la ISO 26.000, (2010); y, por último, la estrategia renovada de la UE para 2011-2014 sobre la responsabilidad social de las empresas (2011).
De todos estos instrumentos, en mi opinión, el Dow Jones Sustainability Index (DJSI) ha sido el que el que más ha contribuido al movimiento. Desde un punto de vista conceptual, el índice define la Sostenibilidad Corporativacomo “un enfoque de negocio que persigue crear valor a largo plazo para los accionistas mediante el aprovechamiento de oportunidades y la gestión eficaz de los riesgos inherentes al desarrollo económico, medioambiental y social”. Desde un punto de vista práctico, el índice -que incluye sólo a 333 empresas de todos los sectores, seleccionadas entre un universo de 3.300- resulta atractivo para la comunidad inversora porque las empresas allí incluidas ofrecen, en promedio y en el largo plazo, rendimientos superiores a otras que no lo están.
Y ese es precisamente el reto: superar el halo medioambiental que envuelve la palabra sostenibilidad y pensar en cómo asegurar rendimientos en el largo plazo. Y es que, como sugería un informe de The Economist, títulado Management magnified: Sustainability and corporate growth, hablar de sostenibilidad es hablar de crecimiento de ingresos (32%), de fortalecimiento de la marca (31%), de ahorro de costes (28%), de incremento de beneficios (25%), de dar respuesta a los stakeholders para hacer el bien (24%), de cumplir con los requerimientos regulatorios (22%), de abrir nuevos mercados (17%), de reclutamiento y selección (7%), de derechos de los trabajadores (3%) y, también, lógicamente, de protección ambiental (35%).
En resumen. Trabajar por la sostenibilidad es trabajar por un modelo de empresa (y por extensión, por un modelo económico) capaz de pensar en el largo plazo y de superar la tentación de caer en eso que, con tanta precisión, refleja el refranero castellano: “pan para hoy, y hambre para mañana”.
Fuente: El Pais