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¿Su árbol de Navidad es tan “verde” como parece?

Un pino natural es biodegradable y mientras es cultivado captura CO2 y aporta oxígeno a la atmósfera; el artificial puede reusarse por muchos años, no ensucia y no genera riesgos de alergias

El árbol de Navidad representa, más que un simple elemento decorativo, uno de los iconos emblemáticos de esta temporada de fin de año, pero ¿cuál es la opción más “amigable” con la salud, el medio ambiente y el bolsillo? ¿un impecable ejemplar artificial fabricado con plástico o un aromático pino natural recién cortado del bosque?

Si bien por estas fechas la mayoría de los hogares, oficinas y negocios ya tienen instalado su tradicional árbol navideño, el dilema cobra importancia y sigue vigente más allá de las vacaciones decembrinas en la medida que en el actual contexto de lucha contra el cambio climático resulta esencial ponderar el impacto ecológico de los productos que consumimos y desechamos.

Los árboles artificiales, que en su mayoría son fabricados hoy con plásticos derivados del petróleo como el polietileno y el policloruro de vinilo (PVC) poseen ventajas relativas como su sencilla limpieza, resistencia al fuego (en la mayoría de los modelos), facilidad de empaque, uso y almacenamiento, así como una larga duración que permite reutilizarlos por cinco, 10 o más años.

Por su parte, los pinos cultivados para su venta no contienen sustancias sintéticas y antes de ser cortados aportan oxígeno a la atmósfera y capturan dióxido de carbono, uno de los principales gases contaminantes de efecto invernadero ligados al calentamiento global. Además, conservan su aroma y aspecto naturales y pueden utilizarse para obtener composta una vez que son desechados.

Pese a esto, el cultivo de árboles naturales requiere áreas autorizadas, cuidados intensivos (la mayoría de las especies seleccionadas pueden cosecharse hasta ocho o 10 años después de ser sembradas) y, en algunas regiones, el empleo de sistemas de riego, herbicidas o pesticidas para el control de plagas forestales. De manera que hacer un balance instantáneo resulta complejo: ¿cuál de las dos opciones es la más “verde”?

Culltivos sustentables
“Las plantaciones de árboles de Navidad son negocios ambientalmente sustentables y financieramente rentables, ya que además de permitir la reincorporación del suelo al uso forestal, capturan carbono, permiten la recarga de mantos acuíferos (al retener agua de lluvia) y contribuyen a la reactivación económica de las áreas rurales donde se establecen”, dice la Comisión Nacional Forestal (Conafor) a través de un comunicado.

La dependencia estima que este año serán comercializados en México de 600 mil a 800 mil árboles de Navidad plantados por productores nacionales, cifra similar a la de 2008, frente a una demanda aproximada de 1.8 millones de unidades. La diferencia se cubre en gran medida por medio de importaciones, principalmente de EU y Canadá.

José Amado Gil Vera, de la División de Ciencias Forestales de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), en Texcoco, coincide con el planteamiento de la Conafor al afirmar que según diversos estudios científicos, los árboles con unos 5 años de edad distribuidos en una hectárea (100 x 100 metros) capturan aproximadamente 3 toneladas de dióxido de carbono cada año.

“Esto significa un gran beneficio ambiental”, desglosa el doctor en silvicultura e ingeniero agrónomo especialista en bosques. Además -añade el investigador de la UACh- se manejan altas densidades de estos árboles por hectárea, de manera que durante la temporada de lluvias se reduce la caída directa de gotas, lo que favorece la infiltración de agua y evita la erosión del terreno.

Eso no es todo, pues según el doctor Gil Vera, la biodiversidad también se ve favorecida, ya que con las plantaciones prolifera la fauna silvestre y por otro lado los bosques aportan una importante cuota de oxígeno a la atmósfera. “Cuando cortamos un árbol afectamos la producción de oxígeno y la captura de carbono, pero como se trata de cultivos, en forma inmediata volvemos a plantar y se restablece ese proceso natural”, asegura.

Ernesto S. Maurer, presidente del patronato del Bosque de los Árboles de Navidad en Amecameca, estado de México, comparte estas apreciaciones y agrega que un ejemplar natural “tiene la gran ventaja de que es completamente biodegradable: puede triturarse y se convierte después de cierto tiempo en humus, mientras que el artificial por lo general está hecho con plásticos que tienen una vida de cientos de años”.

En el caso de la mencionada área verde en Amecameca, con una extensión de aproximadamente 500 hectáreas adonde la gente puede acudir a cortar su propio pino, aclara Maurer, “no matamos árboles, sino que hacemos algo único en el mundo: que el tronco retoñe y produzca más ejemplares como si fuera un rosal”. Con ello, afirma, se apoya la economía de la región con la generación de 450 empleos y oxígeno respirable para entre 56 y 64 millones de personas.

Plástico… ¿fantástico
Según la Asociación Nacional de Tiendas Departamentales y de Autoservicio, los primeros árboles plásticos se fabricaban con poliéster y polietlileno y tenían un aspecto austero que más tarde se mejoró con la aplicación de otros tintes además del verde. Hoy, los hay de muchos colores, formas y estilos. El material más utilizado suele ser el PVC, un polímero resistente a agentes químicos, aislante eléctrico y no inflamable.

El web site www.artificialtrees.com, patrocinado por empresas estadunidenses, señala que los ejemplares plásticos constituyen una opción más limpia y segura frente a los vivos: “los árboles artificiales no pierden sus agujas, no tienen savia pegajosa y no necesitan ser regados”. Añade que, por estar fabricados con materiales a prueba de fuego, los mismos no se incendian tan fácilmente como los árboles naturales secos conectados a series de luces eléctricas.

Destaca también que la aplicación frecuente de sustancias químicas (para abonar las plantaciones o combatir plagas) altera el hábitat natural de aves e insectos, y que dichos compuestos pueden acumularse en el agua superficial o incluso llegar a los hogares u oficinas a través de la transpiración de los árboles una vez cortados e instalados, lo cual puede ocasionar -junto con las resinas olorosas- problemas de salud como alergias o de otro tipo.

Al respecto, un estudio realizado por investigadores del Centro Médico St. Vicents en Bridgeport, Connecticut, en 2007, encontró que la cantidad de moho presente en un árbol natural aumentó cinco veces respecto a sus niveles normales tras dos semanas de tener alojado el ejemplar en el interior de una vivienda, lo cual potencialmente eleva el riesgo para las personas alérgicas.

“Estos altos niveles han sido correlacionados con rinitis alérgica y con una tasa mayor de síntomas de asma en otros estudios, así que los árboles de Navidad (naturales) podrían ser una fuente de alergias”, dice uno de los coautores del estudio, Philip Hemmers, en declaraciones recogidas por US News.

En México, asegura el doctor Gil Vera, los productores de árboles aprovechan agua pluvial, no usan herbicidas más que en ciertas regiones, y sólo en ocasiones aplican algunos insecticidas o fungicidas para evitar las plagas que dañan al follaje. Pero estas sustancias, dice, se degradan rápidamente y por completo en pocos meses, a diferencia de productos como el DDT, que permanecía durante años en el ecosistema.

Tampoco, añade, es usual que los productores utilicen fertilizantes y menos aún en suelos de conservacion, donde no se permite introducir agroquímicos.

“Si se da su uso es muy restringido, con elementos como el nitrógeno, que no generan daños nocivos”. Por ello, el especialista aconseja comprar árboles naturales para apoyar la economía de las plantaciones y al mismo tiempo la ecología.

Un reporte de 2005 de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) subraya también las ventajas de adquirir un ejemplar de plantaciones, aunque aconseja al público verificar antes que los productores forestales estén legalmente autorizados así como la calidad y grosor adecuado de cables de extensiones, luces y otros accesorios navideños que se colocan al árbol para minimizar riesgos de incendios.

“El cálculo, de cualquier modo que se vea, es inmensamente a favor del árbol natural”, dice el profesor Maurer.

“México debería ser el país más rico del mundo por su potencial forestal: tenemos el 40% de la genética forestal útil del mundo y crecimientos de árboles cinco veces mayores que los de Finlandia, además de mano de obra abundante, pero aquí destruimos 600 mil hectáreas de bosques en forma intencional. No tiene nombre que no lo estemos aprovechando inteligentemente”.

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