Es necesario restringir la publicidad de la industria de la comida y de la bebida dirigida a los niños, pues tiene impacta su dieta, dijo experto
Si México aplicara un impuesto de 20 por ciento al precio de las bebidas azucaradas, como los refrescos y jugos, permitiría lograr una reducción en los niveles de obesidad y obtener recursos para programas nutricionales, aseguró Kelly Brownell, director del Centro para las Políticas en Alimentos y Obesidad de la Universidad de Yale.
«Si aplicas un impuesto de menos de 10 por ciento del incremento del precio, no es seguro que tengas un cambio en el consumo del producto. Pero si lo haces de 20 por ciento, puedes tener cambios significativos y considerables», afirmó en entrevista.
«Tiene mucho sentido empezar campañas para reducir el consumo de bebidas azucaradas. Poner impuestos a bebidas azucaradas y usar lo que se recupera para financiar programas de nutrición».
De acuerdo con la OCDE, después de Estados Unidos, México ocupa la segunda posición con el mayor nivel de obesidad entre los países integrantes de la organización, pues siete de cada 10 adultos tiene sobrepeso y 30 por ciento de la población es obesa.
Cifras de la Secretaría de Salud indican que en el País hay 4 millones de niños entre 4 y 11 años de edad que padecen obesidad o sobrepeso.
Para el experto en el análisis y propuestas de políticas públicas para el combate a la obesidad, los niños se han convertido en víctima de la mala comida.
«México puede tener un 80 por ciento de adultos obesos sólo porque desde pequeños empezaron a comer mal. Está bien que el País comience a ponerle la atención debida a este problema», advirtió Brownell.
Señaló que establecer reglamentos estrictos en la calidad nutricional de los alimentos que se expenden en las escuelas y promover el consumo de agua son pasos que permiten proteger a los niños de la epidemia.
Sin embargo, estimó que para combatir la obesidad se debe hacer una estrategia similar a la del tabaco: elevando el impuesto del cigarro.
«El País tiene que hacer varias cosas, una sola no funciona, pero la pregunta es ¿por dónde empezar? Es necesario pensar en los impuestos», indicó.
«El Gobierno empezó a verlo (el tabaquismo) no sólo como un problema personal sino de salud pública. El Gobierno tenía un rol activo qué jugar y lo ha hecho de forma muy constructiva. Ahora, como con el tabaco, los gobiernos están empezando a reconocer a la obesidad no como un problema personal, sino como uno gubernamental».
Miembro del Instituto de Medicina de la Academia de Ciencias de EU, Brownell también consideró necesario restringir la publicidad de la industria de la comida y de la bebida dirigida a los niños, principalmente, ya que tienen un fuerte impacto en la dieta de los menores.
«Creo que la educación es una buena idea, pero no es suficiente hacer esto para contrarrestar los enormes gastos de las industria de comidas y refrescos.
«Por eso, un impuesto a las bebidas azucaradas sería atractivo. Lo segundo sería restringir el marketing de las bebidas a edades muy tempranas, que crea consumidores de por vida y eso es inaceptable», dijo.
Cuestionó que, por ejemplo, la industria estadounidense esté haciendo muchos esfuerzos para convencer a los consumidores y al Gobierno de que pueden autorregularse.
«Aseguran que de cara a una epidemia de obesidad, ellos se comportarán responsablemente, pero la evidencia que tenemos es que no ha funcionado. En estos años hemos visto esfuerzos por etiquetar las cosas no saludables, hemos recolectado información con estudios sistemáticos y hemos encontrado que sigue estando dirigidos a los niños», advirtió.
«Hay una realidad evidente: si la obesidad se le tiene que dar respuesta exitosamente de parte de un país, la industria de la comida debe vender menos comida. Pero la industria está bajo la presión de vender más, por eso las prioridades públicas no tienen la ventaja de las necesidades de la industria.
Prometerán cualquier cosa, solamente cambios superficiales que no afectarán».
Brownell reconoció que se espera que la generación de jóvenes de hoy viva menos años, lo mismo en Estados Unidos que en México.
«Qué triste es que estemos permitiendo que esas condiciones existan sólo para que las industrias tengan ganancias», lamentó.
Ven menor consumo
Un impuesto de 20 por ciento a los refrescos provocaría una reducción en su consumo de 16 a 24 por ciento, de acuerdo con la organización El Poder del Consumidor.
Además estima se contarían con al menos 2 mil 300 millones de dólares para introducir bebederos de agua potable en escuelas y espacios públicos.
«Reducirían aún más el consumo de bebidas con alto contenido calórico y, a la vez, se obtendrían recursos para enfrentar las consecuencias de la epidemia de obesidad», señala en su portal.
Apenas en marzo pasado, el relator especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, Olivier De Schutter, recomendó analizar la aplicación de impuestos para desalentar el consumo de productos altos en calorías, como los refrescos, y permitir el acceso a alimentos que lleven a los mexicanos a tener una dieta saludable, como parte de las medidas estructurales necesarias para combatir la obesidad y el sobrepeso.
«(Que) estudie la posibilidad de imponer impuestos para desalentar las dietas ricas en energía, en particular el consumo de refrescos, y de conceder subvenciones a las comunidades pobres para que puedan acceder al agua, la fruta y las verduras; y tenga en cuenta el efecto de las políticas agrarias y comerciales en las dietas de la población», planteó en su informe presentado el 6 de marzo.
En respuesta, ConMéxico indicó que aumentar los impuestos a estos productos no garantiza que la gente va a sustituirlos por unos más saludables.
Fuente: reforma.com
Por: Adriana Alatorre
Publicada: 04 de junio de 2012