A pesar de haber sido anunciado como el aeropuerto más sustentable entre todos los posibles para la Ciudad de México, la terminal aérea que fue anunciada la semana pasada ha comenzado a inquietar y preocupar a organizaciones de la sociedad civil (OSC) por su viabilidad medioambiental.
Al haberse decidido por la región del exlago de Texcoco para construir el nuevo aeropuerto capitalino, el gobierno federal se enfrentará al tema de las especies animales que habitan la zona y que llegan a ella en procesos migratorios, lo que impacta tanto el lado ecológico como el de la seguridad aérea, advirtió Gustavo Alanís, presidente del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA).
El gobierno tiene que garantizar la protección y conservación de los pájaros, aves y patos que habitan ese lugar y de las aves migratorias así como de su hábitat; hay cuerpos de agua a los que estas especies se aproximan de manera natural y esto involucra también el tema de la seguridad aérea que fue parte de la polémica de hace 12 años, cuando se decía que las aves se iban a meter a las turbinas”, consideró.
Alanís confirmó que fue invitado por el gobierno federal a integrar un grupo asesor para el nuevo aeropuerto, que discutirá en particular el tema de las especies y su hábitat. Aunque aún no tiene fecha de cuándo iniciará el diálogo con el gobierno, confió en poder incidir en las decisiones finales que se tomen al respecto.
De ninguna manera nuestra participación en el grupo asesor puede entenderse como un aval al gobierno, se trata de poder sugerir en las medidas que se implementen para proteger y conservar las especies en la región y que se haga de la mejor manera posible”, apuntó.
De acuerdo con el Plan Maestro Ambiental de la terminal, el nuevo aeropuerto es “100% sustentable” al cuidar aspectos medioambientales como consumo energético, de agua, aprovechamiento de residuos, emisión de ruido y utilización de materiales reciclados en su construcción.
En su “Plan aviar” establece: “se preservará el área de interés para la conservación de las aves, para proteger a la fauna local y a las aves migratorias y endémicas y se duplicarán los humedales para aves acuáticas como el pato tepalcate, mexicano, cucharón norteño y falaropo pico largo”.
A estas consideraciones, Alanís prefiere ser cauteloso y esperar el detalle del manifiesto de impacto ambiental del proyecto, que por ley deben dar a conocer las autoridades.
Hay que conocer los riesgos e impactos del nuevo aeropuerto y qué tipo de medidas de prevención y mitigación se están contemplando así como los planes de acción en caso de cualquier contingencia”.
Otras inquietudes que ponen en duda la viabilidad de la zona elegida, a decir del CEMDA, son la sismicidad de la región y sus efectos para el nuevo aeropuerto así como las emanaciones que llega a arrojar el volcán Popocatépetl y que ya han afectado a la actual terminal en algunas ocasiones.
Además, las inundaciones que se dan en la zona oriente del Valle de México y los hundimientos que sufre la región por el tipo de suelo “muy salitre, inestable y fangoso”.
Aunque las autoridades han comentado que el nuevo aeropuerto involucra inversiones hidráulicas que evitarán inundaciones y el uso de materiales livianos que mitigarán hundimientos, Alanís lo toma, otra vez, con cautela.
Primero hay que estudiar con mucho detalle la viabilidad en materia de ingeniería que se está contemplando, para estar seguros de que no vamos a tener hundimientos permanentes y constates”.
Desde la sociedad civil, el CEMDA junto con el Instituto Mexicano para la Competitividad y el Centro de Transporte Sustentable EMBARQ México convocan a un foro interinstitucional en octubre próximo para debatir el proyecto, el cual fue desarrollado por los arquitectos Fernando Romero, yerno del empresario Carlos Slim, y el británico multipremiado Norman Foster.
En el foro, al que confían acudirá el gobierno, discutirán también otras inquietudes de la sociedad civil, como la opinión de los pobladores de Atenco y de la región y el tema de la movilidad y el transporte sustentable, tanto al interior de la terminal como en los alrededores.
Las conclusiones del foro se harán llegar a autoridades de las secretarías de Medio Ambiente (Semarnat), de Comunicaciones y Transportes (SCT) y de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), además de que se harán del conocimiento público.
El nuevo aeropuerto se construirá en un terreno de 4,430 hectáreas, propiedad federal, en dos etapas que permitirán alcanzar una capacidad máxima de 120 millones de pasajeros transportados al año, hacia 2060.