Los hábitos culturales, como las personas, atraviesan ciertas etapas cuando enfrentan la muerte. La doctora Elizabeth Kübler-Ross describió este proceso como las ‘cinco etapas de la aflicción’ – negación, enojo, negociación y depresión, antes de la aceptación definitiva de la realidad. En la sociedad humana, la economía del crecimiento se desplomará finalmente ante la realidad ecológica. Hemos sido testigos de décadas de negación y enojo ante este fin del crecimiento y la sociedad parece entrar ahora en la fase de la negociación.
La negociación aparece en miles de nuevas estrategias mercadológicas que promueven la “sustentabilidad”. Han cambiado la tinta de las prensas, han impreso diseños en verde y azul, han reemplazado las imágenes de tornillos con hojas de helecho y estampado imágenes de la Tierra en recipientes de plástico. Ahora tenemos ‘detergentes sostenibles’, ‘eventos sostenibles’, ‘desarrollo sostenible’, ‘utilidades sostenibles’, ‘modas sostenibles’ e incluso ‘cubiertas de cocina sostenibles’ para cuando los consumidores entendidos decidan modificar sus cocinas.
La negociación se realiza de la siguiente manera. Si decimos que somos ‘verdes’ y ‘sostenibles’ ¿podemos seguir vendiendo cosas? Como el drogadicto, el paciente todavía no ha cambiado los hábitos que lo están matando. Todas las campañas mercadológicas sostenibles están diseñadas para vender más productos a más personas.
Mientras tanto, cada día se pierden más bosques, exterminamos más especies, erosionamos más suelos, vaciamos los mantos acuíferos y bombeamos más bióxido de carbono a la atmósfera. Con el tiempo, nos daremos cuenta de que el hecho de que algo lleve una etiqueta de “sostenible” no significa que lo sea. Ese día indicará el inicio de la fase de la “depresión”.
El rey tonto
La estrategia de negociación, ‘crecimiento sostenible’, se popularizó en el año 1987 con el Informe Brundtland (Nuestro futuro común), de la Comisión de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo. El informe admitió que la actividad humana había provocado una grave degradación ecológica y buscó manera de reconciliar el crecimiento económico, en particular para los países más pobres, con la sanidad ambiental. Los países ricos, mientras tanto, buscaron formas de permitir que las grandes compañías internacionales siguieran saqueando las riquezas de la Tierra.
El informe Brundtland imaginó una “nueva era de crecimiento económico … enérgico pero, a la vez, social y ambientalmente sostenible”. La idea representa una visión noble que la mayoría de la gente apoyaría, una economía humana creciente que alivie la pobreza sin desgastar los recursos de la Tierra. No obstante, en la naturaleza, todo crecimiento físico llega a un punto en el que se detiene y no hay ninguna excepción a esta regla.
Para entender por qué ocurre esto, debemos entender lo que significa la sustentabilidad real dentro del entorno biológico. Para que una especie conserve un patrón de intercambio de energía y materia con su entorno por un periodo prolongado, debe alcanzar lo que los biólogos denominan homeostasis o equilibrio dinámico, que permite que el nivel de consumo se mantenga por debajo de la cantidad de energía que recibe el sistema.
También debemos entender la esencia del crecimiento exponencial. El Dr. Albert Bartlett, físico de la Universidad de Colorado, afirma que el mayor defecto de la raza humana es su incapacidad para entender la función exponencial. Como la población humana y el consumo han crecido por miles de años, podríamos suponer que pueden seguir creciendo por miles de años más, pero no es así como funciona el crecimiento exponencial. Este rollo aritmético que suena tan complejo en realidad es bastante simple.
Todo crecimiento material (un aumento fijo o porcentual variable al año) arroja, con el tiempo, un número enorme. Seguramente han escuchado la historia del legendario rey que se comprometió a pagarle a un inventor listo un grano de arroz por el primer cuadro de un tablero de ajedrez, dos por el segundo, cuatro por el tercero, ocho por el cuarto y así sucesivamente.
Todo ese crecimiento presenta momentos de duplicación representados por los 64 cuadrados del tablero. Al alcanzar el cuadro número 30, el tonto rey ya debe mil millones de granos de arroz. Cuando llega al 40, necesita un billón de granos y el reino quiebra. Tal es la capacidad del crecimiento exponencial.
En uno de los casos más famosos de delirio sobre el crecimiento interminable, el profesor de administración Julian Simon, de nacionalidad estadounidense, proclamó lo siguiente en su publicación The State of Humanity: Steadily Improving, Cato Policy Report, 1995: «Tenemos en las manos, de hecho en nuestras bibliotecas, la tecnología para alimentar, vestir y suministrar energía a una población en crecimiento constante por los próximos 7 mil millones de años.»
Al igual que muchos otros líderes empresariales modernos, Simon parece incapaz de entender la ecología y el crecimiento exponencial. La población humana actual, que crece apenas por encima del 1 por ciento anual, se duplicará cada 60 años. (Para encontrar el tiempo de duplicación, divida la tasa de crecimiento entre 70).
Ésta es la duplicación que se realiza en los “cuadros” del tablero de ajedrez de la historia del rey tonto. A esta tasa de crecimiento, la población mundial alcanzará la insostenible cantidad de 7 billones de personas en 600 años, tan sólo una pequeñísima fracción de los 7 mil millones de años predichos por Simon.
Incluso suponiendo un crecimiento poblacional menor, únicamente 0.1 por ciento al año, la población alcanzaría más de 1 billón de habitantes en 5 mil años. Ciudades como Tokio y Nueva York alcanzarían cifras de más de 2 mil millones de personas. Sería imposible proporcionar alimento, habitación y agua a toda esa gente. El procesamiento de desechos y drenaje no sería ni remotamente factible. El planeta sería una gigantesca cloaca. Simon se equivocó rotundamente por un factor de más de un millón.
Negociación con la naturaleza
En los últimos dos siglos, nuestro consumo de recursos críticos, es decir, bosques, energía, agua, cobre y fósforo, ha crecido tres veces más rápido que la población, casi al 3.5 por ciento anual, lo que indica que el consumo de materias primas se ha duplicado cada 20 años.
Actualmente consumimos más o menos 8 mil veces lo que la humanidad consumía en el año 1750. Lo que de por sí sobrepasa la cantidad de recursos que la Tierra puede suministrar. La humanidad ya ha extralimitado su hábitat, como lo demuestra la pérdida de bosques y suelos, la extinción de especies y la contaminación marítima y atmosférica.
A este paso, en 20 años más, consumiremos 16 mil veces lo que se consumía en 1750 y, para el año 2050, 32 mil veces más. La Tierra no resiste esta demanda.
Así como le pasó al rey ingenuo, hemos llevado el reino, la propia Tierra, a la quiebra. Algunos defensores del crecimiento afirman que salvaremos las economías del crecimiento mediante “eficiencias”. La historia del desarrollo industrial está plagada de ejemplos de eficiencia que casi nunca lograron un menor consumo de energía ni de materias primas.
En lugar de ello, la eficiencia tiende a abaratar un recurso y, por lo mismo, a provocar que se consuma más. Este hecho está bien identificado en economía; se le llama el efecto de rebote o efecto de Jevon, porque fue William Jevon quien se percató de que el consumo de carbón aumentaba a medida que se alcanzaban mayores niveles de eficiencia.
Otros negocian con la ley natural aduciendo que el crecimiento se logrará sin necesidad de materias primas gracias a las nuevas tecnologías. Sin embargo, sin excepción, cada vez que la economía crece, el consumo de materias primas y energía crece junto con ella.
Las ganancias marginales en eficiencia se ahogan en el crecimiento de la población y del consumo. ¿Se acuerdan cuando se decía que las computadoras ahorrarían papel? Nunca fue así. En 1950, antes de que existieran las computadoras privadas, la humanidad consumía alrededor de 50 millones de toneladas de papel al año. Actualmente, en plena era de la computación, utilizamos cinco veces más papel, 250 millones de toneladas al año.
El Dr. Bartlett nos recuerda que «desarrollo sostenible» es un oxímoron (figura del lenguaje consistente en yuxtaponer dos palabras aparentemente contradictorias). En la naturaleza no existe tal cosa. Así que los economistas y los políticos tratan de regatearle a la naturaleza mediante normas que nos puedan llevar “hacia la sustentabilidad” evadiendo la evidente contradicción. Nos hablan de normas que nos puedan volver “más sostenibles”, pero ¿qué significa eso en realidad? ¿Significa que duraremos un poquito más antes de hundirnos irremediablemente?
Nuestra negociación con la naturaleza no va a salir bien. Crecimiento y sustentabilidad no son compatibles en el mundo de la materia. Si la humanidad desea sustentabilidad, tiene que abandonar la crecencia del crecimiento económico continuo. No nos corresponde reescribir las leyes de la naturaleza a nuestro antojo.
Sustentabilidad real
Cuando finalmente hayamos pasado por las etapas de negación, enojo, negociación y depresión, y finalmente aceptemos las exigencias de la ecología ¿cómo será la verdadera sustentabilidad humana?
En primer lugar, cuando hablamos de una civilización sostenible, nos referimos a un lapso de miles de años, no tan solo a unas décadas hasta la siguiente elección. La sustentabilidad de la naturaleza, el “equilibrio dinámico”, permite que aumente la diversidad y que fluctúen las relaciones (por eso es dinámico), pero la población de una especie y su consumo deben cesar (estado de equilibrio que se conoce como homeostasis).
Cuando la humanidad alcance la sustentabilidad real, ya no será necesario arrasar los bosques, erosionar el suelo, vaciar los mantos acuíferos, construir represas, agotar los recursos no renovables, ni llenar la atmósfera, la tierra, los ríos y los océanos con nuestros desechos.
La sustentabilidad real apreciará más el comercio local que la globalización y no dependerá de los combustibles fósiles para mandar alimentos y materias primas por todo el mundo. La sustentabilidad real resolverá los problemas con soluciones más simples, con tecnologías más sencillas y partiendo de un sistema integral, que tendrá mucha conciencia de la escala y no supondrá que “más” y “más grande” son de ninguna manera lo mismo que “mejor”.
Aprenderemos a valorar la buena vida genuina por encima de la cantidad de cosas, a valorar las aguas y las montañas llenas de vida por encima de las utilidades de las empresas.
La sustentabilidad real conllevará necesariamente la justicia social, porque el estado actual de injusticia genera descontento, violencia y más destrucción de la naturaleza. En general, el crecimiento económico actual beneficia a los que de por sí ya cuentan con riquezas. La sustentabilidad genuina reducirá el total del consumo y abreviará la distancia entre ricos y pobres. Descubriremos una nueva definición de riqueza, la sanidad de una Tierra viva.
Como ecologistas, tenemos que ayudar a la humanidad a transitar por estas difíciles etapas de aflicción por el hecho de que el mismísimo sistema económico sea simplemente insostenible.
Según lo observado por la doctora Kübler-Ross, una vez que dejemos de poner peros y de negociar, experimentaremos la depresión. Tenemos que ayudar a nuestros vecinos a entender que el aceptar nuestra realidad, nos llevará finalmente a la etapa jubilosa de la acción intencionada.