Tailandia, uno de los principales mercados no regulados de marfil, ha cedido a las presiones de ser el anfitrión de la Convención sobre el Comercio Internacional de Flora y Fauna (CITES, en sus siglas en inglés) y se ha comprometido a cambiar la legislación para poner fin al tráfico ilegal de cuerno de elefante y cumplir la normativa internacional. Las redes aprovechan las leyes tailandesas, que permiten la venta de marfil de elefantes domésticos, para lavar grandes cantidades de este codiciado material utilizado como decoración, regalos de lujo y recuerdos de viaje.
La primera ministra tailandesa, Yingluch Shinawatra, recibió el sábado, durante la inauguración de la convención, 1,5 millones de firmas que reclamaban el fin de esta situación. “Nadie se preocupa más por los elefantes que el pueblo tailandés”, defendió la mandataria. El representante de la organización ecologista WWF, Carlos Drews, reclamó un calendario para incluir esta prohibición y asegurarse de que se aplica con urgencia. “La matanza de elefantes continúa”, recordó.
Tailandia es el segundo mayor mercado de marfil ilegal por detrás de China.
Organizaciones como WWF y Traffic acuden a la cita con la intención de señalar a los países que fomenten el tráfico de especies ilícitas, que generan la muerte de más de 30.000 elefantes africanos cada año y pedir restricciones comerciales estrictas.
Las naciones diana son Tailandia, Nigeria y la República Democrática del Congo. Las dos últimas se consideran especialmente problemáticas en cuanto a emisiones de marfil ilegal, tanto por servir de puente a otros países, como por albergar dos de los mercados domésticos más importantes del continente.
Unos 2.000 delegados de 177 países debatirán en Bangkok hasta el 14 de marzo 70 propuestas de protección de flora y fauna. En esta edición, 37 países presentan y copatrocinan iniciativas para regular el comercio internacional de cinco especies de tiburón y dos de mantarrayas emparentadas. Las variedades de tiburón propuestas —el tiburón oceánico, el marrajo sardinero y tres especies de tiburón martillo— figuran entre los tiburones más vulnerables y valiosos. Se pescan para aprovechar las aletas, la carne, el aceite de hígado y otras partes de su cuerpo. Sin embargo, esta actividad carece de regulación en la mayor parte del mundo. Si finalmente se las incluye en el Apéndice II se regularía su comercio internacional para evitar que se convirtieran en especies en peligro.
En la anterior edición de CITES, celebrada en 2010 en Doha (Catar), estuvieron a punto de conseguir este nivel de protección para algunos de estos tiburones. La férrea oposición de Japón y China, grandes consumidores de aleta de tiburón, tumbó la iniciativa en el último minuto.
Un reciente estudio científico, publicado en la revista Marine Policy, calcula que las pesquerías industriales sacrifican al año 100 millones de tiburones. Los autores advierten de que la tasa de pesca de estas especies, muchas de crecimiento lento y reproducción tardía, supera ampliamente su capacidad de recuperación.
En las reuniones de CITES también se debatirá, entre otras muchas propuestas, la prohibición de la caza del oso polar, con poco consenso; que se rebaje la protección de la vicuña, una especie andina; o que se incremente la protección del tigre.
Fuente: El País