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Techo de cristal y acantilado de cristal: definición

Techo de cristal via Shutterstock
Techo de cristal via Shutterstock

La equidad de género y la RSE tienen una relación muy estrecha, ya que una gran aprte de la inequidad social que viven las mujeres en todo el mundo tiene su origen en el trato (y el salario) que reciben en sus lugares de trabajo. No basta con que seamos parte de la polación económicamente activa si no recibimos una compensación justa. El techo de cristal y el acantilado de cristal explican por qué muchas ejecutivas talentosas no alcanzan los más altos niveles corporativos.

El concepto de techo de cristal o glass ceiling se refiere a las barreras que encuentran las mujeres en el mundo corporativo para llegar a los puestos más altos de una empresa. El término se utilizó por primera vez en The Wall Street Journal en 1982 y hace referencia a que estos límites son invisibles, no se deben a políticas o leyes, sino a los ya mencionados sesgos de género y otros factores difíciles de determinar.

Aunque las barreras se pueden encontrar en todos los niveles de una organización se hacen más presentes cuando una mujer va avanzando en los niveles jerárquicos, para después quedarse estancada. El techo de cristal explica por qué, por ejemplo, solo hay 24 mujeres en el listado de CEO de las empresas Fortune 500, así como el bajo porcentaje de mujeres que son parte de consejos de dirección o de puestos de liderazgo en casi todas las industrias.

Para acabar con el techo de cristal se han propuesto muchas estrategias, que van desde impulsar a las ejecutivas para que sean más asertivas al pedir ascensos hasta las polémicas cuotas de género en consejos de dirección. Ninguna de estas es una respuesta definitiva, pero todas ayudan a, al menos, crear conciencia sobre el problema.

El acantilado de cristal, por su parte, afecta a las mujeres que sí logran llegar a altos puestos directivos. Acuñado en 2004 después de una investigación de dos profesoras británicas, el término se refiere a que las mujeres ejecutivas tienen más probabilidades que los hombres a ser contratadas para roles de liderazgo en periodos de crisis o recesión, en los que aumentan las posibilidades de fracaso.

Es decir, cuando una empresa se encuentra en un momento difícil, contrata a una mujer para liderar y esta tiene por delante un trabajo mucho más arduo que si hubiera sido contratada en un momento más estable. Por lo tanto, tiene más probabilidades de “caer de un acantilado.”

Un ejemplo reciente de este fenómeno es el nombramiento de Marissa Mayer como CEO de Yahoo! Se ha esperado que la ejecutiva “salve” a la compañía y logre ponerla de nuevo al nivel de gigantes como Google y Apple, un reto nada fácil.

Identificar estos fenómenos no necesariamente ayuda a solucionarlos, pero sí demuestra que si las mujeres no ocupan puestos de alta dirección no se trata de «casualidad» o de que no estén capacitadas, sino que el bajo porcentaje de líderes femeninas se debe a las estructuras empresariales que impiden su crecimiento.

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