Para reconstruir una imagen de los climas pasados, los científicos suelen examinar las burbujas atrapadas en los núcleos de hielo o la anchura de los anillos dentro de los árboles viejos. Un nuevo estudio, publicado en Science Advances por investigadores de la Universidad de Nanjing (China), sugiere que incluso puede haber pistas sobre los cambios en las condiciones climáticas del pasado en los edificios.
Techos chinos y el cambio climático
De acuerdo con The Conversation, los investigadores compararon datos sobre los cambios en los patrones climáticos entre 750 y 1750 d.C. con ejemplos de tejados conservados construidos en China durante el milenio. Descubrieron que durante los periodos con mayores nevadas, los tejados se construían con pendientes más pronunciadas, mientras que los periodos más cálidos daban lugar a edificios con tejados de pendiente más suave.
El estudio abarcó dos grandes oscilaciones del clima mundial: el periodo cálido medieval, que abarcó aproximadamente desde el siglo X hasta el XIII, y la pequeña edad de hielo, en la que los veranos fueron más cortos y los inviernos más crudos entre los siglos XV y XIX.
Los cambios en los patrones climáticos también pueden haber estimulado la innovación, ya que los investigadores señalan que el clima gélido alrededor de 1700 coincidió con nuevos métodos que hicieron que la construcción de techos más empinados y rectos fuera más segura y confiable.
Es increíble pensar que algo tan sutil como los ángulos de los tejados a dos aguas pueda reflejar íntimamente los cambios del clima a lo largo de diez siglos. Es una historia convincente, sin embargo existen reservas al respecto.
La arquitectura y el clima
Los investigadores plantearon dos puntos básicos. Uno, que los tejados se construyen más inclinados en épocas y lugares con mayores nevadas. Y dos, que existe una estrecha correlación entre los patrones climáticos y los ángulos de los tejados que delata una sensibilidad de la arquitectura a cambios muy pequeños en el clima.
El primer punto es bastante fácil de demostrar y probablemente indiscutible entre los académicos. Un carpintero corregirá el ángulo del tejado una vez que un edificio se haya derrumbado bajo una fuerte nevada, y demostrarlo con el ejemplo de los edificios históricos de China tiene su mérito.
El segundo punto, no está probado de forma coherente por este estudio y puede que incluso sea imposible de probar. Los investigadores mencionan haber estudiado unos «200 restos de edificios a lo largo de un milenio», pero no está claro si están igualmente espaciados a lo largo del periodo de estudio. Podrían salirse con la suya al ser historiadores y no, por ejemplo, médicos, donde el tamaño de la muestra es la prueba de fuego de una metodología sólida.
Tampoco está claro por qué los tejados en épocas cálidas deberían ser menos empinados. Sin embargo, hay que elogiar a los investigadores por tratar de resolver este problema, ya que el estudio señala que los chinos podrían no haber mantenido techos más inclinados en épocas en las que las nevadas eran menos severas debido a «los costes y a la necesidad diversa de protegerse del sol y de la lluvia». No obstante, los investigadores no desarrollan este punto ni explican por qué los tejados más planos deberían ser más rentables.
Sin embargo, la construcción de un tejado no es un hecho colectivo como el descenso de la población, la mortalidad infantil o los precios del mercado. Depende de la decisión consciente de una persona concreta: un cliente, un arquitecto o un artesano.
Para demostrar una conexión, los investigadores necesitarían una teoría sobre cómo los constructores podrían reaccionar a los pequeños cambios del clima con pequeños cambios en los ángulos de los tejados.
Exagerar esta conexión con el clima en la arquitectura podría implicar, erróneamente, que las sociedades premodernas estaban conformadas predominantemente por una inexplicable armonía entre las personas y la naturaleza, con una capacidad de respuesta a los minúsculos cambios del entorno que se perdió en períodos posteriores.
Estas respuestas a escala fina entre la construcción y el clima no se dan en el presente. Las nevadas se hicieron más ligeras y menos frecuentes en el Reino Unido a lo largo del siglo XX, pero sería poco convincente vincular este hecho a la proliferación de tejados planos modernos, que se han hecho igual de populares en la nevada Rusia.
E incluso una decisión fundamental como la de elegir entre un tejado plano o uno inclinado parece desafiar las necesidades climáticas, como demuestra el lamentable número de tejados planos con goteras en la lluviosa Glasgow.
El estudio es un recordatorio elocuente de cómo la variación natural del clima ha influido en la arquitectura a lo largo de la historia, a menudo tanto como el cambio de estilos y gustos.
La mayoría de los edificios en los que vivimos, trabajamos y nos relacionamos se diseñaron sin tener en cuenta los fenómenos meteorológicos extremos sin precedentes que, según advierten los científicos del clima, nos esperan este siglo. Eso tendrá que cambiar.
Puede que algún día los historiadores estudien la época en la que vivimos y observen cómo la arquitectura recuperó el sentido de los límites medioambientales, ya que los diseños agujereados e ineficientes fueron barridos por edificios con resiliencia frente a las crecientes tormentas.