Por: Dra. Dulce Eloísa Saldaña Larrondo
Profesor del Departamento de Negocios Internacionales y Mercadotencia
Campus Querétaro
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«El consumo desmedido cancela la mirada y el oído hasta expropiar la capacidad de reaccionar ante el dolor del otro. La austeridad nos abre a la ternura, al lenguaje de la sensibilidad y al ejercicio de la admiración» Joaquín García Roca.
En la actualidad hay personas que entienden que ejercer sus derechos políticos de votar y ser votado o tener derechos sociales esenciales como la educación o la salud gratuitas no es tan importante para el ejercicio de la ciudadanía como la posibilidad de consumir bienes materiales, incluso cuando para tenerlos queden menoscabados los derechos políticos, así inicia la editorial Manuel Aguilera en su revista Crítica2.
Finalmente el consumir, comprar bienes y servicios, es una función esencial de los agentes económicos en los países desarrollados, y precisamente por esto se conocen como Sociedades de Consumo. Sin embargo, se ha vuelto la única fundamental para el desarrollo de un país y para la creación de la riqueza, incluso es una variable importante para que un consumidor demuestre su “sitio” en la sociedad en la que se encuentre inmerso, tanto compras tanto eres.
Estas acciones vienen desde la infancia, cuántos de nosotros no recordamos e identificamos fácilmente a las grandes marcas por sus logos o slogans, cuántos de nosotros somos muy hábiles para evaluar el binomio calidad/precio de un producto o servicio y cuántos de nosotros no somos capaces de listar un sinnúmero de tiendas, marcas y categorías de productos. Así hemos venido creciendo en una cultura del consumo donde el poder de un ciudadano se limita a su poder adquisitivo. Además este poder puede ser ejercido de manera equivocada si no analizamos la cadena de valor de lo que consumimos. Este poder es tal, que puede ser visto como un voto, precisamente la frase de “tu compra es tu voto” se refiere a que “cada vez que uno elige un producto determinado de una marca concreta, en un establecimiento específico está votando (optando) por un modelo económico, social, ambiental, político, de relaciones…” (Ballesteros, 2008), ¿se imaginan por cuántas empresas hemos votado a lo largo de nuestra vida? ¿qué conocemos de estas empresas? ¿sabemos si están haciendo bien las cosas? Después de esto, es más fácil darnos cuenta del poder que tiene nuestra compra.
En otro artículo el profesor Ballesteros3 menciona que hoy día se está gestando una cultura del consumo que trata de regir y dar sentido a la vida de las personas y que se presenta para muchas como una manera, si no la única, de obtener la felicidad. Sin embargo, qué pasaría si viéramos al consumo como aquella posibilidad de construir o redirigir la marcha de la economía y del mundo, es posible, ya que es una forma directa de influir. Debemos recordar las cifras dadas en aquella Cumbre de Johanesburgo de 2002, dónde se mencionaba que el 15% de la población mundial que vive en los países más desarrollados es el responsable del 56% del consumo total del mundo, mientras que el 40% de la población más pobre que vive en los países menos desarrollados, solo consume el 11%. También es importante conocer que mientras el consumo del “Norte” sigue creciendo, el consumo de un hogar africano promedio es de un 20% inferior al de hace 25 años4. No está muy lejos de esta realidad los hogares de los indígenas en nuestro País, se puede citar un estudio de Torres et.al. donde muestra que un indígena en México consume un promedio semanal de 171 gramos de carne de res, 344 gramos de verduras, 385 gramos de frijoles, 178 gramos de pasta y 3,3 gramos de tortillas5.
También habla de ello Nadine Gordmier, Premio Nobel de literatura “Mientras para nosotros, los consumidores descontrolados, es necesario consumir menos, para más de 1.000 millones de las personas más pobres del mundo aumentar su consumo es cuestión de vida o muerte y un derecho básico”6
En relación con todo escenario tan desigual seguramente nos preguntamos si desde nuestros cómodos “asientos” podemos hacer algo, y la respuesta sería afirmativa. Para ello es necesario reinventar nuestros estilos de vida, llevar a cabo nuevos hábitos, pautas y costumbres, a través del nuestro consumo sostenible y responsable. El consumo responsable es una forma de combatir las desigualdades desde sus orígenes y fuente de transformación del mundo y además es una manera muy válida de conciliar la producción y rentabilidad con el respeto a las personas y al medio ambiente.
Ballesteros menciona que un consumidor responsable es, ante todo, un comprador consciente, para el cual con sus actuaciones de consumo se pretende llegar a un estado en el cual se esté mejor que ahora pero no a nivel individual sino para toda la sociedad7. Se trata de que la satisfacción de una necesidad y el paso de un estado a otro no perjudique a nadie y a la vez se haga de forma consciente. Como dice Arrizabalaga y Wagman, en cierto sentido sería pasar del “ya que no puedo poseer todo aquello que deseo, me conformaré con lo que tengo” al “puedo vivir mejor si aprendo que la felicidad no viene de la mano de las posesiones, el consumo y el dinero”8. Se entiende que del consumo depende la posibilidad de cumplir con un proyecto de vida9, parece que el análisis de lo que una persona necesita para vivir, es precisamente, un magnífico punto de partida para la construcción de este proyecto.
Precisamente se necesitan proyectos de vida basados en la responsabilidad individual y colectiva, por ello cabe destacar que un consumidor responsable es un consumidor inteligente que conoce sus derechos y obligaciones, sabe lo que necesita y exige y asume sus consecuencias. También es un consumidor que compara calidad y precio, piensa en invertir antes que en gastar. Es crítico ante la publicidad y la moda, además de valorarse y valorar a los demás por lo que son no por lo que tienen. Es un consumidor que lleva una vida saludable equilibrada entre el ejercicio y su alimentación. Sabe sumar fuerzas para organizarse y defender sus derechos para exigir calidad y justicia. Tiene la capacidad de considerar los efectos de su consumo en los demás y por ello, prefiere comprar productos de comercio justo o de proveedores socialmente responsables. Y finalmente, también es un consumidor responsable porque reduce los efectos de su consumo en el ambiente, seleccionando productos ecológicos, ahorra energía y agua, separa la basura, camina más que andar en auto y aplica las tres “erres” de reciclar, reusar y reduce su consumo10.
Si bien es cierto, cambiar los actuales patrones de consumo implica un cambio profundo en muchos ámbitos: social, económico, político, moral, cultural, intelectual, que no admita la existencia de la brecha social y que parta de la organización de otro modelo de economía y consumo. Por tanto, es responsabilidad nuestra actuar responsablemente hacia nuestra comunidad como consumidores, recuerda que tu compra es tu voto.
1 El título de Tu compra es tu voto lo utilizo con el afán de hacer referencia a Carlos Ballesteros, gran ejemplo a seguir para tener un mundo con las mismas oportunidades para todos. Para mayor información puede accesar el siguiente sitio: http://www.inpsicon.com/elconsumidor/articulos/compra_voto/compra_voto.pdf
2 Aguilera Manuel, “Consumo y Ciudadanía”, Revista Crítica, nº 955, julio-agosto 2008.
3 Ballesteros Carlos, “Tu compra es tu voto”, Editorial HOAC, 2007.
4 CUMBRE DE JOHANNESBURGO, 2002. Notas informativas: Modelos de Producción y Consumo. ONU. 2002
5 Torres Alejandro, et.al., “Pobreza en territorios indígenas en México. El caso del municipio de Xochitlán de Vicente Suárez en la Sierra Nororiente de Puebla”, Revista Ra-Ximhai de la Universidad Autónoma Indígena de México, nº 3, vol. 3, septiembre-diciembre 2007.
6 GORDMIER, N. Hacia una sociedad con valor añadido. El País, domingo 21 de febrero, páginas 15-16. 1999.
7 BALLESTEROS, C., Reflexiones para un consumo responsable, Vitoria-Gasteizko, Excmo. Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, 2006.
8 ARRIZABALAGA, A., Y WAGMAN, D., Vivir mejor con menos, Madrid, Aguilar, 2007.
9 REBOLLO, A., La estructura del consumo en España, Madrid, Instituto Nacional de Consumo, 2001.
10 Folleto 7 pasos para un consumo inteligente, México, PROFECO, 2007.