A finales de 2010 decidí no comprar ropa el siguiente año. Las razones fueron un tanto vagas: un poco querer ahorrar y un poco querer ser más responsable con mi consumo. Pensaba que podía aprender algo de todo el asunto, pero no estaba muy segura de qué podía ser.
Mi primera estrategia fue contarle a todo el mundo y su abuelita acerca de mis planes. Lo publiqué en Twitter, en mi blog y comencé conversaciones en fiestas hablando de mi «Proyecto de Austeridad 2011«. El propósito de esto era que toda esta red de personas funcionara como un recordatorio constante. Entre más personas supieran, más pena me daría no cumplir mi promesa.
La primera sorpresa fue la reacción de todos. La mayoría de las mujeres expresaba gran asombro: no podían creer que yo me hiciera eso a mí misma. A algunos hombres también les pareció una idea loca, pero otros alzaron los hombros y dijeron que pueden pasar uno o dos años sin comprar nada. Ambos sexos me interrogaron acerca de las reglas: ¿cuentan los zapatos?, ¿la ropa interior?, ¿la ropa usada?, ¿la que me regalaran?
La verdad yo no había pensado mucho en las reglas. Me daba risa que todos se tomaran tan personal el asunto. Decidí que podía comprar ropa interior y los zapatos, siempre y cuando realmente los necesitara. El objetivo del Proyecto acabó siendo pensar muy bien en lo que consumo y para qué servirá. También acepté regalos. La ropa es símbolo de status, estilo y personalidad, pero en la práctica solo sirve para cubrir nuestro cuerpo por necesidad.
Recibí regaños por comprar cosas como calcetines por parte de gente que deja vacía Zara cada semana. El hecho de que yo estuviera haciendo algo, y fuera tan vocal al respecto, causaba que amigos, conocidos y conocidos de conocidos tuvieran una opinión sobre un proyecto que inició como una simple curiosidad personal. Creo que varios pensaron sobre el tema por primera vez.
Antes de continuar, debo confesar que conté con dos grandes ventajas: Tengo 2 hermanas que son mi misma talla y varias tías que suelen regalarme prendas que ellas ya no usan. Supe que esto sería una gran ventaja desde el primer día, y la usé. Reutilizar siempre ha sido una base para vivir de una forma más consciente.
Tiene que haber un párrafo sobre lo mucho que sufrí. Pero tendría que inventarlo. Es verdad que faldas, pantalones y camisetas me hicieron ojitos desde los aparadores, pero no seguí pensando en ellos después de alejarme con las manos vacías. No hubo nada que realmente necesitara y de lo que tuviera que prescindir.
Al final hice trampa: a mediados del año tuve que comprar un pantalón negro, como requisito para llevar al trabajo. En diciembre decidí mandar a hacer algunas cosas con tela que me regalaron, porque para mí era mayor el desperdicio de dejar de aprovecharla, además de que usé los servicios de una modista de mi cuadra. Esta acción resume lo que aprendí de mi gran proyecto: quiero seguir siendo parte de la sociedad de consumo, no tengo la energía para vivir en una isla desierta. Pero también tengo la responsabilidad de pensar lo que consumo, por qué y cuánto.
Disfruto mucho la moda, pero disfruto más el hecho de lograr vestirme como quiero sin sentir que estoy gastando todo mi dinero en eso. En lo que va de 2012 he re descubierto la horrible sensación de entrar a una boutique, querer todo y no tener dinero para comprarlo. Pero también la emoción de estar horas en un bazar buscando alguna pieza linda, o de analizar mi clóset y saber exactamente qué necesito. Hace un mes me mudé de ciudad y solo 23 kilos de ropa vinieron conmigo. Sé que es más que suficiente.
Creo que todo el mundo se beneficiaría de un experimento parecido: un mes o seis o doce sin consumir los productos que consideren su talón de Aquiles: comida de restaurantes, accesorios, películas o hasta libros. Yo aprendí mucho de mis propios hábitos, de lo que es importante para mí y también sobre la sociedad en la que vivo, donde si estás triste tus amigas proponen ir de compras. Por eso recomiendo ampliamente la sensación de ser un pequeño disidente y usarla para tener siempre algo de qué hablar en las fiestas.
María José Evia Herrero. Asistente de Medios y Social Media en Expok.
Comunicóloga por la Universidad Modelo. Ha sido niñera, repostera, Community Manager, nerd, periodista cultural, maestra de preparatoria, asistente de dirección y ahora Asistente de Medios y Social Media en Expok. En sus tiempos libres es una Blogger indisciplinada pero divertida.
Es también una consumidora irredenta de libros, películas, postres, televisión, social media, crítica de género y moda. Para compensar, escribe sobre todos estos temas. Se incorporó también a la autoría de este espacio desde 2012. Su Flavors.
Felicidades Ma José
Tienes mucha razón en tu articulo, es importante evitar el consumismo aprovechar lo que uno tiene y convivir con el vacío existencial sin intentar llenarlo con artefactos, humo, golosinas o ropa. Un buen libro es un buen compañero!
Felicidades!