La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) lanzó hoy una campaña mundial contra el «despilfarro de alimentos» con ocasión de la Jornada Mundial de la Alimentación.
Según cifras de la agencia especializada de Naciones Unidas, un tercio de la producción mundial de alimentos se pierde por negligencia en el almacenamiento o por una comercialización inadecuada.
En total se calcula que mil 300 millones de toneladas de alimentos se pierden cada año por un valor de 750 mil millones de dólares.
«Con un cuarto de esos alimentos se podría alimentar a los 842 millones de personas que padecen hambre en el mundo», sostiene Robert van Otterdijk, experto de la FAO en asuntos agroindustriales.
Para la entidad, los modelos de desarrollo no sostenibles están degradando el medio ambiente, amenazando los ecosistemas y la biodiversidad necesaria para el suministro futuro de alimentos.
Para alimentar a los 9 mil millones de seres humanos que ocuparán el planeta en el 2050, la producción debería aumentar 60 por ciento, lo que afectaría gravemente al medio ambiente, las tierras, el agua, etc., agregó Van Otterdijk.
«La superficie de tierra que se emplea para producir alimentos que luego se desperdician corresponde a la de Canadá e India sumadas», denuncia Mathilde Iweins, coordinadora del informe sobre el despilfarro.
Si bien calcular el costo concreto del despilfarro resulta difícil, es posible delinear las causas para encontrar soluciones, sostienen los expertos.
Fruta y verdura, en la mira
Las frutas y las verduras figuran en el primer renglón de los alimentos que terminan en los basureros, seguido por los tubérculos: casi la mitad no llegan a ser servidos en un plato. Siguen los pescados y frutos de mar (35 por ciento) y los cereales (un tercio).
En los países industrializados, el despilfarro incluye sobre todo productos aún comestibles, pero que son descartados porque no resultan estéticamente atractivos.
En los países en vía de desarrollo el mayor problema radica en la ausencia de almacenamiento o en su mal manejo, a la escasez de infraestructuras y deficiencias en la comercialización.
«Aportar tecnología no sirve si no se ayuda al campesino a acceder a los mercados», comentó van Otterdijk.
La agencia especializada ha desarrollado sistemas para resolver algunos problemas. Ha distribuido silos metálicos para conservar cereales y protegerlos de ratas y gusanos.
En Tailandia ideó bolsas con fibras de plástico que protegen al arroz de la humedad.
«Convertir los productos residuales como el estiércol y los desperdicios alimentarios en fertilizantes o energía de valor puede aumentar la sostenibilidad», sostiene la FAO.
Fuente: Reforma