Las fundaciones de beneficencia corporativas no son nada nuevo en Asia. Debido a su falta de penalización fiscal y su relativamente bajo nivel de regulación, solían ser el método preferido por las empresas para canalizar la filantropía y sus donativos a la comunidad.
Sin embargo, en algunos casos, las fundaciones eran usadas para conseguir fondos para causas muy lejos de ser caritativas; actividades de marketing y de comunicación como patrocinios deportivos y eventos de prensa, o incluso contribuciones políticas. También solían ser dirigidas sin pensar mucho en la gobernanza –manejadas por el CEO y apoyadas por el equipo de comunicaciones, con pocas consideraciones sobre el impacto y las sinergias de las donaciones.
Sin embargo, dos fuerzas se están uniendo para cambiar el rostro de las fundaciones corporativas de Asia: las restricciones fiscales y una mayor percepción estratégica de la RSE; las autoridades fiscales se están volviendo más vigilantes. En muchos países, las fundaciones ahora tienen que demostrar que sus actividades y donaciones no son simplemente una extensión de sus “negocios habituales”. Las fundaciones deben demostrar que sus esfuerzos van más allá que una extensión de sus actividades de negocios acostumbradas.
– Las autoridades fiscales se están volviendo más vigilantes. En muchos países, las fundaciones ahora tienen que demostrar que sus actividades y donaciones no son simplemente una extensión de sus actividades de negocios habituales.
– La RSE y la Sustentabilidad ya no son vistas como una actividad marginal, sino que ahora se reconocen como parte integral de la estrategia corporativa. Por ende, se está volviendo menos aceptable “orientar” las actividades de RSE en una fundación.
Estos dos estimulantes significan que muchas compañías están reestructurando el papel de sus fundaciones. ¿Deberán cerrarlas y mover su presupuesto a las actividades de operación, o deben alinearse a las nuevas realidades?
La mayoría de las compañías llegan a la conclusión de que sigue habiendo campo para las inversiones caritativas que no son de naturaleza operacional. Creen que sigue teniendo valor tener una olla de dinero para ayudar a causas “comunes” como la contaminación de ríos (que no son causadas por la operación, claro), la pobreza, la falta de escolaridad básica o retos similares. Aunque es imposible hacer un caso de negocios inmediato acerca de dichas causas para incluirlas en los presupuestos de operaciones, muchos líderes de empresas reconocen ahora los beneficios potenciales a largo plazo para la compañía en términos de su reputación, licencia para operar, futuros empleados y la satisfacción de sus empleados.
Como resultado, estamos viendo cómo muchas fundaciones son reestructuradas para maximizar su impacto y su rendición de cuentas. Dentro de sus buenas prácticas se encentran:
– La reestructuración de las estructuras de gobernanza para incluir a los miembros de la comunidad y a otros grupos de interés.
– El establecimiento de criterios de donación que aseguran que los proyectos logren máximas sinergias con las necesidades corporativas a largo plazo o con prioridades nacionales e internacionales (metas de desarrollo nacional, Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU, protección de la biodiversidad, capacidad de educación básica).
– El establecimiento de medidas de impacto para asegurar que los proyectos apoyados tengan resultados positivos sustentables. Y claro, reportar públicamente dichos resultados.
– La prevención del mal uso y la controversia al prohibir las contribuciones políticas (y en algunos casos, también las religiosas).
Dichas medidas son cruciales para crear un programa de filantropía que sea efectivo, creíble y sustentable, y que incluya a los miembros de la comunidad y a otros grupos de interés.
La cumbre de RSE de Asia que se llevará a cabo en Malasia el 27 y 28 de Septiembre tendrá un panel de fundaciones corporativas. ¡No te lo pierdas! Reserva ahora.
Fuente: Crs-asia.com
Por: Rikke Netterstrom.
Publicada: 15 de junio de 2011.