Como muchas otras ciudades del mundo, Londres tiene una red de estaciones de medición de la contaminación del aire, aunque estas tienen el problema de que sus sensores cubren sólo la zona en la que están instaladas, dejando grandes zonas de la ciudad sin medir.
En Londres, además, el problema de la contaminación del aire es grave, ya que lleva cinco años por encima de las recomendaciones de la Unión Europea y ya en la primera semana de 2016 había sobrepasado el límite de todo el año.
Como medida para intentar concienciar a la población acerca de ese problema durante tres días de marzo un total de diez palomas, conocidas como la Pigeon Air Patrol, volaron libres por la ciudad portando un arnés que permitía que llevaran sobre sus espaldas unos sensores fabricados por PlumeLabs que miden los niveles de dióxido de nitrógeno, ozono, y otros contaminantes.
Los sensores, además, llevaban un GPS, con lo que iban comunicando periódicamente sus mediciones y la posición de la paloma que las llevaba, lo que permitió a cualquier que estuviera interesado obtener información de un distrito de la ciudad con solo enviar un tuit con su código postal a @PigeonAir; también se podía consultar con una aplicación para móvil.
La campaña fue lo suficientemente efectiva como para conseguir reunir mediante financiación colectiva el dinero necesario para adquirir algo más de un centenar de sensores para que otros tantos habitantes de la ciudad los lleven consigo colgados de sus mochilas, instalados en sus bicicletas, sujetos al carrito de un bebé, o donde les parezca para poder seguir recolectando datos más allá de las posiciones de las 120 estaciones fijas de Londres.
https://www.youtube.com/watch?v=_FCaIw-GPvo
Esta parte de la campaña ha arrancado en junio de 2016 y la idea es que los científicos del Imperial College de Londres usen los datos, convenientemente anonimizados, para ver qué provecho se puede sacar tanto de ellos como de esta nueva forma de obtener las mediciones; se trata de una iniciativa que podría ser además de utilidad en muchas otras ciudades del mundo en las que respirar es una especie de desafío cotidiano.
Fuente: El País