El concepto de sustentabilidad en el crecimiento económico está cada vez más alejado de los proyectos, reformas y política económica de México.
La semana pasada, estuvo el economista Jeffrey Sachs en nuestro país, destacó la falta de capacidad de la economía global, de producir sin comprometer el medio ambiente.
En lo que corresponde a México, es evidente que no hay siquiera una intención de tocar este tema en alguna de nuestras cámaras ni por el Ejecutivo y menos en la Suprema Corte.
La capacidad potencial que México tiene en energía solar y eólica es mayor que la capacidad potencial de seguir explotando yacimientos petroleros.
Como bien saben, estimados lectores, los pronósticos más conservadores dicen que tenemos reservas petroleras en nuestro país, garantizadas hasta el 2016. Después de ello, no convertiremos en importadores netos de petróleo crudo.
Dado este panorama, ya se nos hizo tarde en pensar en energías alternativas. Por más que quisiéramos modificar nuestra forma de producir sustituyendo el uso de hidrocarburos (gas, petróleo), para el 2016 no podríamos satisfacer la demanda de energía que el sector productivo del país demanda. Sin embargo, nunca es tarde para empezar.
De acuerdo con Sachs, somos el país que está en el último lugar en cuanto a inversión en investigación y desarrollo, dentro de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Gastamos cerca de 3% del Producto Interno Bruto (PIB) para educación superior, incluyendo a la investigación y desarrollo. Evidentemente, ese gasto es insuficiente.
Una coinversión en investigación y desarrollo en energías alternativas a los hidrocarburos será la solución más viable ante el panorama económico que se nos avecina.
Imagínese usted que el gobierno, las grandes empresas consumidoras de energías y las universidades públicas y privadas, se unieran en una cruzada para invertir y hacer investigación en energías alternativas.
¿Suena utópico? No tanto como usted cree, pues estamos ante una oportunidad única de producir de forma sustentable.
Si nuestros políticos en campaña para el 2012 visualizaran como oportunidad que en el periodo presidencial 2012-2018, el cambio en el uso de energías es prioridad, ante el muy probable agotamiento del petróleo, contarían con el apoyo popular.
Hay que conciliar intereses económicos muy grandes para poder llevar a cabo esta “revolución energética”.
Habría que conjuntar las voluntades políticas con las del sector privado, con las de los directivos universitarios, con las de la sociedad para poder llevar a cabo esto.
Que costará mucho dinero, eso es cierto, pero creo que será meno costos que producir deteriorando el medio ambiente y poniendo en riesgo nuestra supervivencia como especie.
El Economista – Valores y dinero, p. 21