El uso de los ecosistemas naturales terrestres para beneficio del desarrollo humano tiene dos principales vertientes.
Una consiste en eliminar la cobertura vegetal, por ejemplo selvas o bosques, para establecer cultivos y pastizales que utilizan del ecosistema natural sólo el suelo y agua.
La otra vertiente no implica el cambio de uso del suelo, sino que se basa en el uso extractivo de recursos naturales, como madera u otros productos no maderables, o bien, en el uso no extractivo, como el ecoturismo.
México es poseedor de una extraordinaria biodiversidad, sólo comparable con la de China, Indonesia, Brasil y Colombia.
Esta riqueza constituye el capital natural del país para el desarrollo y la generación de beneficios para toda la población mexicana y representa una ventaja competitiva que debe ser valorada y aprovechada.
Históricamente, las actividades productivas primarias no se han basado en estas oportunidades.
Por el contrario, por un lado se ha deforestado un tercio del territorio nacional para las actividades agropecuarias y por el otro lado se han explotado, casi hasta el exterminio, recursos de alto valor comercial.
Con el fin de aprovechar las oportunidades que el uso sustentable de la biodiversidad ofrece, en 1996 la Semarnap creó la Dirección General de Vida Silvestre (DGVS) y un año después estableció el primer “Programa de conservación de la vida silvestre y diversificación productiva en el sector rural”.
Uno de los ejes centrales de este programa fue la creación de la figura de las “Unidades de Manejo para la Conservación de Vida Silvestre” (UMA), las cuales tienen por objeto el fomento de la producción a través del uso ordenado y planificado de la vida silvestre mediante un programa de manejo.
Reforma, “Opinión”, Opinión, p. 13, 04 de septiembre de 2008