El uso de gasolina con plomo, utilizado durante gran parte del siglo XX, dejó una huella indeleble en la sociedad, particularmente en la salud mental de millones de personas. Pese a que en Estados Unidos este producto se prohibió en 1996, sus efectos se extienden hasta nuestros días. Un reciente estudio del Journal of Child Psychology and Psychiatry profundiza en este tema, revelando cómo la exposición infantil a esta sustancia neurotóxica ha contribuido significativamente al aumento de trastornos mentales en los estadounidenses.
Dicho estudio, liderado por el investigador Aaron Reuben de la Universidad de Duke, presenta un panorama preocupante: el uso de gasolina con plomo no solo afectó a quienes estuvieron expuestos, sino que también marcó tendencias sociales y sanitarias que persisten en la actualidad. Este descubrimiento subraya la importancia de gestionar de manera responsable los materiales tóxicos para prevenir daños irreparables a la salud pública y al tejido social.
¡Uso de gasolina con plomo afectó a millones!
El estudio encabezado por Reuben analizó datos históricos sobre los niveles de plomo en sangre y su correlación con problemas de salud mental. Los resultados mostraron que, entre 1940 y 2015, la exposición masiva a la gasolina con plomo contribuyó a más de 150 millones de diagnósticos adicionales de trastornos mentales en Estados Unidos. Estas cifras se tradujeron en 600 millones de puntos acumulados en los indicadores de salud mental, un impacto que los investigadores describen como «devastador».
El análisis se basó en registros de exposición al plomo y datos epidemiológicos, demostrando que las personas nacidas antes de 1996 tienen un riesgo significativamente mayor de padecer depresión, ansiedad y trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Según los investigadores, la exposición a este elemento tóxico fue suficiente para llevar la curva de salud mental de quienes ya tenían alto riesgo de padecer transtornos mentales al límite, mientras que, para otros, propició efectos que de otra manera no existirían:
“Podemos ver que el plomo desplazó la curva de modo que todos están un poco peor día a día, y que aquellos que están en mayor riesgo van a desarrollar casos de trastornos diagnosticables que de otra manera no tendrían”
Aaron Reuben, investigador de la Universidad de Duke.
Esto sugiere que el uso de gasolina con plomo alteró no solo casos graves, sino también las capacidades cognitivas generales de toda una generación. No obstante, el impacto también se refleja en consecuencias sociales más amplias. Reuben destacó que la exposición al plomo podría estar vinculada a fenómenos como las olas de delincuencia en los años 80 y 90 y a la crisis global de salud mental. Además, los efectos aún son visibles en las tasas de demencia y problemas cognitivos entre los afectados, particularmente conforme estas generaciones envejecen.
Consecuencias para los ciudadanos estadounidenses
Los efectos de la exposición al plomo mediante la gasolina van desde los más severos, como trastornos mentales graves, hasta manifestaciones más leves pero igualmente significativas. Entre las afecciones severas destacan el aumento en diagnósticos de depresión y ansiedad, así como mayores tasas de TDAH en poblaciones expuestas. Estos problemas impactan la calidad de vida, el desempeño laboral y las relaciones personales, generando un efecto acumulativo en la sociedad.
Por otro lado, los efectos leves incluyen dificultades en el control de impulsos, menor capacidad de concentración y un sentimiento generalizado de desánimo:
“Para muchos, el daño no fue un trastorno mental diagnosticable, sino una presión descendente en su capacidad para vivir una vida plena”.
Aaron Reuben, investigador de la Universidad de Duke.
Este impacto subyacente podría explicar también el aumento del pesimismo social y la desconfianza interpersonal en las generaciones afectadas. En conjunto, estas consecuencias han moldeado patrones de conducta y salud que persisten en la sociedad estadounidense, demostrando que los efectos del plomo van mucho más allá de los individuos directamente afectados.
Una amenaza que persiste…
Aunque la gasolina con plomo fue prohibida en Estados Unidos en 1996 y su comercialización global cesó en 2021 con el agotamiento de las últimas reservas en Argelia, los efectos de la exposición al plomo siguen presentes. Reuben alerta que el plomo acumulado en el ambiente sigue filtrándose en nuestra vida cotidiana, particularmente a través de agua potable contaminada, pintura vieja y combustibles para aviación.
La situación se agrava por el aumento en la producción global de plomo, que este año alcanzará casi 5 millones de toneladas métricas. De acuerdo con el experto, es improbable pensar que en una época en la que se produce más plomo que en ninguna otra, estemos exentos de peligro:
“Estamos extrayendo, utilizando y produciendo más plomo hoy que en cualquier otro momento de la historia de la humanidad. Soy extremadamente escéptico en cuanto a que todo el plomo que utilizamos ahora no vaya a llegar a nuestros alimentos, a nuestro agua y a nuestros cuerpos con el tiempo. Por eso, necesitamos dedicar cada vez más recursos a identificar dónde se encuentra el plomo heredado y eliminarlo”
Aaron Reuben, investigador de la Universidad de Duke.
Un llamado a la gestión responsable de materiales tóxicos
La historia del uso de gasolina con plomo es un recordatorio contundente de los peligros de priorizar la rentabilidad sobre la seguridad. Es crucial gestionar este material de manera responsable, limitando su producción y uso en bienes de consumo. Empresas y gobiernos tienen la responsabilidad de garantizar que se implementen alternativas seguras para reemplazar el plomo y otros materiales tóxicos.
La protección de la salud pública y el bienestar social requiere una acción coordinada para erradicar fuentes de contaminación y mitigar sus efectos a largo plazo. Solo así podrá garantizarse un futuro más saludable y sostenible para las generaciones venideras.