LA RESPONSABILIDAD, COMO UNA CUALIDAD MORAL, sirve como un control voluntario y natural para la libertad. En cualquier sociedad, la libertad no se puede ejercer sin ningún límite. Por lo tanto, entre mayor sea la libertad que disfrutamos, mayor será la responsabilidad que tengamos con nosotros mismos y con los demás. Entre mayor sea el número de talentos que poseamos, mayor será la responsabilidad de desarrollarlos a su máxima capacidad.
También es verdad lo contrario: conforme desarrollamos nuestro sentido de responsabilidad, incrementamos nuestra libertad interna al fortalecer nuestro carácter moral. Un carácter moral responsable se asegurará de que prevalezca lo anterior cuando la libertad nos presente diferentes posibilidades de acción, incluso la opción de hacer o no lo correcto.
Tristemente, no simpre se ha entendido de manera clara esta relación entre la libertad y la responsabilidad. Algunas ideologías han enfatizado la gran importancia de la libertad individual, mientras que otras enfatizan el incuestionable compromiso con el grupo social.
Sin el balance adecuado, la libertad sin restricciones es peligrosa ya que implica una responsabilidad social. Grandes injusticias sociales son el resultado de la libertad económica exagerada y de la codicia capitalista, mientras que, al mismo tiempo, en nombre de los ideales comunistas y de los intereses de la sociedad se ha justificado la cruel opresión de las libertades básicas de la gente.
Ambos extremos son indeseables. Hoy en día, con la desapación del conflicto Este-Oeste y el fin de la Guerra Fría, con la caída de los experimentos marxistas y la humanización gradual del capitalismo, la humanidad parece estar cerca del equilibrio entre la libertad y la responsabilidad. Hemos luchado por la libertad y los derechos: ahora es tiempo de fomentar la responsabilidad y las obligaciones de los humanos.
La iniciativa de crear una Declaración Universal de las obligaciones de los Humanos no es sólo el modo de equilibrar la libertad y la responsabilidad, sino que también significa reconciliar las ideologías y los puntos de vista políticos que fueron antagónicos en el pasado.
Entonces, la premisa básica es que los humanos merecen la mayor cantidad de libertad posibe, pero deberán desarrollar el sentimient de responsabilidad a su máxima capacidad para administrar correctamente su libertad.
Debido a que los derechos y las obligaciones se encuentran intrincadamente unidos, la idea de un derecho humano sólo tiene sentido si reconocemos la obligación de los demás de respetarlo. Sin importar los valores particulares de la sociedad, las relaciones humanas son universales y se basan en la existencia de ambos, es decir, de los derechos y las obligaciones.
La Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas describe una serie detallada de condiciones, las cuales, si se presentan, se cree que conllevan a un buen estilo de vida. Entre éstas, se encuentran: la libertad, la igualdad, la seguridad económica y la social, y la paz, aspiraciones que reflejan los grandes retos que la humanidad enfrentará en el futuro.
Sin embargo, de los treinta artículos de la Declaración Universal, sólo uno, el artículo 29, hace referencia a las obligaciones del hombre. La otra referencia a las obligaciones es breve y se encuentra en el artículo primero, el cual establece que todo ser humano cuenta con razón y conciencia y deberá actuar con espíritu de hermandad hacia los demás. Este espíritu de hermandad o solidaridad es exactamente lo que el mundo necesita hoy en día.
La importancia del concepto de la responsabilidad no se deberá descuidar. Después de todo, el sentimiento de responsabilidad es lo que hace que la gente dé cuenta de sus acciones. De hecho, todos somos responsables de los problemas que la humanidad enfrenta hoy en día: destrucción del medio ambiente, pobreza extrema y la persistencia de conflictos armados en todo el mundo.
Estas amenazas no son más que el resultado de las acciones humanas, acciones dirigidas en el mayor número de los casos por la codicia, el egoísmo o la mera ignorancia. Sean cuales sean las razones, la humanidad no puede permitirse tolerar tales tragedias.
Obtenido del Libro: Arquitectos de la Paz
Publicado por: Michael Collopy, durante este año