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Visiones de Esperanza: Theo Colburn

DE TODAS LAS MARAVILLAS DE LA NATURALEZA, EL nacimiento ya sea de un pez, pájaro, mamífero o un humano, es seguramente la más exquisita. Estas maravillosas criaturas son el testimonio de la paz y la armonía que existe en el vientre o en el huevo antes de llegar a este mundo. Durante siglos, la humanidad consideró sagrado el ambiente del vientre, libre de violencia y de agresión. En ese ambiente prenatal, las cédulas se reproducen con una precisión increíble, se mueven y forman cogollos, cerebros y órganos sensoriales y reproductivos, contribuyendo al fenómeno más maravilloso que se produce sobre la tierra. Desde el momento en el espermatozoide entra en el óvulo, el sistema endócrino dirige, como si se tratase de una orquesta, el desarrollo embrionario mediante los mensajeros químicos llamados hormonas.

Con armonía y precisión sinfónica, los constantes cambios hormonales instruyen a las células respecto a cuándo dividirse o moverse. Como la música de una gran órgano, los tonos de estas cuerdas hormonales dirigen la formación de los tejidos y de la carne, incluso le dicen a los tejidos cuándo deben morir una vez que ya no se necesiten.

Hoy en día, durante la ultima década, los químicos se han vuelto capaces de medir concentraciones infinitestimales de hormonas que conducen el desarrollo desde la concepción hasta el nacimiento. El sistema endócrino está tan bien sincronizado que depende de pequeñas concentraciones hormonales de hasta una décima de trillón de gramo para controlar el ambiente del vientre, de la misma manera indiscernible como lo sería un segundo en 3,169 siglos. El sistema endócrino controla también la reproducción, para así asegurar la integridad y la supervivencia de las especies, esto desde el comienzo de la vida en la tierra hasta que el hombre, inconscientemente, produjo químicos sintéticos que invadieron la seguridad del vientre y crearon mayor disonancia que armonía.

La paz comienza en el vientre. El recién nacido refleja esta verdad. Se ordena la transformación de la célula en tejido, en cuerpo, en familias, comunidades y naciones. Infortunadamente, se compromete al recién nacido cuando se viola el desarrollo en el vientre mediante productos químicos creados por el hombre.

Se amenaza a los animales salvajes y a su supervivencia, pueden desaparecer sin que nosotros sepamos la razón.

Para los humanos, tal acontecimiento puede llevar a tener una inteligencia reducida, al descontento, al fracaso y a la incapacidad de integración social. Los químicos fabricados por el hombre privan a las sociedades de líderes y pensadores responsables, el impacto social y económico resulta incalculable. La ya difundida pérdida de seguridad en el vientre puede llevar a la pérdida de la estabilidad nacional e internacional.

Los humanos, en su afán por conocer el espacio exterior, desviaron la atención y limitaron los recursos de aprendizaje acerca de los trabajos que se desarrollan en el espacio interior, donde la vida emerge. Parece que conforme hemos realizado investigaciones en el espacio exterior, nos hemos olvidado del espacio interior, del cual proviene toda vida humana. La humanidad se ha vuelto vulnerable debido a la sed por aprender más acerca del sistema solar, del cual ya formábamos parte antes de nacer.

La misma tecnología que hizo posible la exploración del espacio y que dio pie a la sociedad moderna, condujo a la producción de los químicos que invaden el vientre.

Debido a nuestra ignorancia, supusimos que el vientre era inviolable, al mismo tiempo que producíamos más y más sustancias químicas sintéticas para mejorar nuestra vida.

También supusimos que los productos que el hombre fabricó eran seguros pues no inducían rápidamente al cáncer. También pensamos que los lagos, océanos, suelos y la atmósfera iban a absorber rápidamente grandes cantidades de desperdicios provenientes de las nuevas tecnologías.

El medio ambiente se ha descuidado exageradamente a escala global. Hoy en día, conforme empezamos el siglo XXI, nos enfrentamos de repente al hecho de que mientras destruíamos el medio ambiente, dejábamos atrás desesperación, hambre, miedo y rivalidad. Además, debemos agregar el legado de la industria química: la invasión del medio ambiente interno de los animales en la tierra y de los humanos. Desde la zona Ártica hasta la Antártica, se puede encontrar en los tejidos de los animales las sustancias químicas producidas por el hombre. La descendencia ya no está a salvo en el vientre. Ningún recién nacido está libre de las sustancias químicas. Por medio de la sangre, las madres comparten estas sustancias con los bebés que se desarrollan en sus vientres. No existen curas para los niños cuyos sistemas psicofisiológico, inmunológico y neurológico no se hayan desarrollado con normalidad. Cuando la sociedad ponga atención y gaste más en la infraestructura para la prevención que en remediar y curar, se podrá restablecer el equilibrio y la integridad del vientre. Las naciones del mundo se deben unir con el único propósito de restablecer la paz en el mundo interior para asegurarle a cada recién nacido la oportunidad de desarrollar su potencial al máximo.

Obtenido del Libro: Arquitectos de la Paz
Publicado por: Michael Collopy, durante este año

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