Habilitan hogares que favorecen la inclusión social y laboral
Carlos Rincón termina su jornada laboral como garrotero de un restaurante a las 18:00 horas. Toma el Metro y camina todavía cinco cuadras -cruzando entre el tráfico y los semáforos- para llegar al departamento que comparte con Enrique Palacios, Miguel Silva y Miguel Pérez.
Los cuatro tienen síndrome de Down y han dado un paso hacia la vida independiente bajo el respaldo de la Fundación Inclúyeme.
En el departamento ubicado en la calle Amores lo esperan Quique, a quien le tocó lavar los platos de la merienda, y Miguel, quien duerme en un sillón. Si quiere cocinar algo, la estufa tiene etiquetas de colores en cada quemador que corresponden a las perillas.
Es obra precisamente del facilitador que vive con ellos. Ramón Hernández es un psicólogo social que comparte el proyecto, pero no es como un cuidador, aclara, sino un compañero más que los apoya en ese trabajo por la autosuficiencia.
A través del programa Vida Independiente, la Fundación Inclúyeme promueve entre jóvenes mayores de 18 años con discapacidad intelectual leve o moderada un modelo basado en la habilitación de hogares donde aprenden a ser autosuficientes, lo que favorece su inclusión social y laboral.
Actualmente, la fundación tiene tres departamentos habitados, otro listo para ser ocupado y un quinto ya comprado, además de que siguen gestionando más espacios gracias a donaciones.
Mediante otras nueve asociaciones especializadas, como Daunis, donde fabrican tamales, hay 22 jóvenes en capacitación para poder dar este paso y sumarse a los 11 que ya viven solos en grupos de cuatro o tres más un especialista que funciona como «facilitador».
«Si tú vas viendo las etapas de los muchachos con discapacidad intelectual, van pasando por distintas épocas, distintos momentos. En algún momento te preocupa su infancia, su educación, el acompañamiento, en otro momento su inclusión laboral, ¿y luego? Luego los padres no van a estar, y la pregunta también está en cuanto a ellos: los hermanos se salen, se casan, forman familias, ¿y ellos qué?», señala Enrique Grapa, fundador de la organización.
Según el Inegi, hay alrededor de 500 mil personas con «discapacidad mental» en el País, pero no existen datos específicos de la condición de cada una. Mucho menos se tiene registro de cuántas viven con sus familias, en instituciones de apoyo o si viven solas.
El orden es clave
Quique casi no habla, pero lo mira todo. Muestra el contenido del refrigerador -salchichas, leche, jugo, lo que queda de la semana-, enseña el orden preciso en los clósets: un cajón para las playeras, otro para la ropa interior.
Requieren formar una estructura para irla siguiendo y mucha repetición: manejar sus horarios con disciplina, tender la cama y acomodar la mesa.
Carlos es el más autosuficiente. Es el que anda solo por la ciudad, no se duerme a las 21:30 horas, es el que mejor maneja la computadora, el que buscó trabajo fuera de instituciones especializadas.
«Querer es poder, y si uno puede y tiene las capacidades, adelante y, pues, yo creo, como lo digo en los países donde he ido: yo tengo todo: hablo, escucho y hago las cosas rápido. Eso quiere decir que mi incapacidad no me impide trabajar», asegura el joven, quien ha participado en conferencias de autogestión en Ecuador y Colombia.
Cada fin de semana, él toma Metro y autobús hasta Nicolás Romero, Estado de México, para ir a la casa de donde salió hace unos meses tras cumplir 22 años.
Con todas sus capacidades, reconoce también sus limitaciones, pero no por ellas deja que lo discriminen y por esa razón dejó su anterior trabajo.
-¿Qué sí te cuesta trabajo?, se le pregunta.
«Aprenderme las cosas, tengo que estar constantemente repitiendo para aprenderme todo. Pero ya como antes era de estar repitiendo y repitiendo. Creo que ya no», explica.
Los lunes, cuando todos regresan de estar con sus familias, van al súper. Por ahora Ramón sólo les va pidiendo que lo guíen a ciertos productos, para después poder mandarlos de dos en dos a buscar ciertas cosas. También han dado un paso más: lavar su propia ropa.
Todo ha sido progresivamente. Primero, sólo iban un día a la semana al departamento para irse habituando; luego, ya se quedaban media semana hasta que, desde hace un mes, lo habitan de lunes a viernes.
El último día de la semana merece algo especial, así que suelen ir al cine, a pasear al centro o a dar la vuelta a Plaza Universidad, caminando o en transporte público, acompañados por el facilitador.
Hace unas semanas tuvieron fiesta en el mismo conjunto de edificios, en otro departamento, igual que el suyo, pero integrado por chicas, con quienes ya hay buena amistad.
-¿Y de fiestas, novias…?
«Estamos en ese proceso. ¡Déjame convencerlos!», dice entre risas Ramón.
Estiman que familia frena autosuficiencia
El entorno familiar llega a ser la principal barrera para que jóvenes con alguna discapacidad intelectual puedan desarrollar habilidades que les permitan ser autosuficientes, advierten integrantes de la Fundación Inclúyeme.
«A veces, los padres ponen la discapacidad como si fuera todo y los sobreprotegen: cuando a un hijo se le ignora o se le sobreprotege está al mismo nivel, como que lo anulas como sujeto», asegura Hernández.
Óscar Pérez, gerente de capacitación de Daunis, empresa-fundación que es parte del proyecto de vida independiente, sostiene que la misma sobreprotección de los padres sobre los hijos, con el tiempo, impide darles su lugar como cualquier adulto autosuficiente.
«Yo le pregunto a los papás, ¿por qué siguen agarrando a sus hijos de la mano? Les digo, mi mamá para cruzar la calle ya no me lleva de la mano. Y de repente los papás dicen que no lo habían pensado; pues, si ya están grandes sus hijos, ya son adultos», advierte.
«Algunos todavía justifican con que no sabe cruzar la calle. Bueno, si no sabe, pues se lo estás fomentando más. ¡Suéltale la mano! Eso es lo que van rompiendo; es separarlos, pero también darles su lugar como adulto con discapacidad».
Andrés Balcázar, director de Información y Desarrollo de Programas del Consejo Nacional para el Desarrollo y la Inclusión de las Personas con Discapacidad (Conadis), celebra que la sociedad civil esté generando las oportunidades que antes no había para estas personas y coincide en que la familia puede ser la primera barrera al no saber cómo tratarlas.
«Que se den cuenta de que sí tienen capacidades para poder ser autosuficientes. Se dan los dos extremos: o los sobreprotegen o de plano hay el abandono de la familia de que no les permiten ni siquiera asistir a la escuela o prepararse», asevera.
El otro problema que enfrentan para ser autosuficientes, agrega, es que legalmente todavía se les considera «incapaces».
Para una discapacidad física, la persona sólo necesita adecuaciones del espacio, mientras que en la intelectual sí se tiene que diferenciar entre quienes pueden o no hacer las cosas.
«Esto llega a que les nieguen ejercer derechos civiles, políticos, e incluso los económicos. No les permiten abrir una cuenta de banco, firmar un contrato, en fin. Sí hace falta ese trabajo de armonización legislativa en donde se les reconozca «, afirma.
Fuente: Reforma