Existen muchas personas que dejan huellas imborrables en su paso por el mundo, pero sólo unas pocas de ellas consiguen crear impactos que lo transformen por completo; en esta corta lista entra sin duda Muhammad Ali, una leyenda del deporte, un atleta con puños de hierro y sobre todo, un espíritu invencible.
Nacido en Louisville, Kentucky, el 17 de enero de 1942 bajo el nombre de Cassius Marcellus Clay Jr, este ícono del boxeo descubrió su gran talento a los 12 años de edad tras ser víctima de un robo; el oficial de policía Joe Martin comenzó a entrenarlo en el gimnasio local y desde entonces nadie pudo parar su éxito.
En 1954 ya había ganado su primera batalla amateur y dos años más tarde se había impuesto en el torneo Guantes de Oro para principiantes en la categoría de peso semipesado. En un abrir y cerrar de ojos, el chico que Martin inició en el ring se había convertido en un profesional y estaba triunfando en los Juegos Olímpicos.
Sin embargo, no todo era miel sobre hojuelas en la vida de Cassius Clay. Siendo un joven afroamericano destacando en el mundo del deporte, enfrento en múltiples ocasiones los efectos del racismo en Estados Unidos y en la élite del boxeo, donde a pesar de sus 19 victorias acumuladas entre las que se incluían los Juegos Olímpicos de Roma, seguía siendo un desconocido.
Volví a Louisville después de los Juegos Olímpicos, con mi medalla dorada resplandeciente. Fui a un bar donde los negros no podían comer. Quería ver qué pasaba. El campeón olímpico mostrando su medalla de oro. Me senté y pedí para comer. Me dijeron: ‘Aquí no servimos a negros’. Respondí: ‘Está bien, yo no los como’. Me echaron. Entonces caminé hacia el río, el Ohio, y tiré mi medalla en él”
Fue entonces cuando con 22 años de edad y tras convertirse en campeón del mundo de los pesos pesados volvió a Miami en 1964 y tomó una decisión que cambiaría su vida.
Tomé la decisión de ser un negro de los que no se dejan atrapar por los blancos.»
El 26 de Febrero de ese año, Cassius Marcellus Clay Jr abandonó el nombre dado por su familia y se convirtió al islam, dando con ello vida al legendario Muhammed Ali, un hombre cuyas incansables batallas dentro del ring pronto se quedarían cortas comparadas con la pelea que enfrentaría fuera de él.
Classius Clay es el nombre de un esclavo. No lo escogí. No lo quería. Yo soy Muhammad Ali, un hombre libre.»
La libertad de ser prisionero
El joven que salió de Louisville para buscar su libertad mirando el mundo se convirtió en un hombre que encontró este sueño no en la fuerza de sus puños sino en la fortaleza de sus convicciones, por lo que en 1967 se negó rotundamente a incorporarse al ejército estadounidense para prestar servicio militar durante la guerra de Vietnam, una negativa que le costó una sentencia de cinco años en prisión y el derecho a boxear durante más de tres años, estando en la cumbre de su carrera deportiva.
Yo no tengo pleito con los vietcong. Ningún vietcong me ha llamado nigger.»
Fue así que, aunque muchos lo tacharon de cobarde, Muhammad Ali peleó lo que sin duda sería una de las batallas más difíciles de su carrera, enfrentándose al gobierno estadounidense para defender una idea en la que creía profundamente: como miembro de una comunidad segregada en esa nación no se enfrentaría a muerte con un pueblo que jamás lo había agredido.
Acusado de desertor, las autoridades del boxeo declararon su título vacante; sin embargo, años más tarde volvió al ring, coronándose nuevamente campeón y ganando al mismo tiempo la batalla contra la discriminación por raza y religión.
No son las montañas que todavía tienes que escalar lo que te agota. Es la piedrita en el zapato.»
Siendo una de las pocas voces que se atrevió a criticar abiertamente la guerra, la postura de Alí fue tan polémica como revolucionaria y construyó sin duda un precedente importante que sentó las bases de su incansable lucha contra el racismo.
La oveja detrás de la piel del lobo
Conocido por su fuerte personalidad, su agresividad en el ring y su actitud casi siempre soberbia, esta leyenda del boxeo logra dar un dramático giro al viejo concepto del lobo vestido de oveja.
Vi el mundo entero. Aprendí algo de la gente de cada lugar. Hay verdades en el hinduismo, en el cristianismo, en el Islam, en todas las religiones. Y también en el hablar sincero. La única religión que vale es el amor.»
A su lucha a favor de la paz y la defensa de los derechos civiles se sumaron múltiples esfuerzos filantrópicos en apoyo a los Juegos Olímpicos Especiales.
Tres años después de ser diagnosticado con Parkinson en 1984, el rey del box anunció su retiro por problemas de salud y desde entonces estuvo involucrado en la recaudación de fondos para el Muhammad Ali Parkinson Center en Phoenix, Arizona.
Gracias a su compromiso social y su trabajo en países en vías de desarrollo, fue nombrado Mensajero de Paz de las Naciones Unidas en 1998.
Más tarde, en 2005, recibió la Medalla Presidencial de la Libertad de manos del entonces presidente estadounidense George W. Bush y ese mismo año abrió el Centro Muhammad Ali en Louisville, su ciudad natal.
El adiós a una estrella
El anuncio del fallecimiento de esta leyenda del boxeo el pasado viernes 3 de junio creó un hueco no sólo en el mundo del deporte sino también en el corazón de millones de fanáticos, celebridades y líderes globales que han dicho adiós entre homenajes a un hombre cuya vida se ha convertido en un ejemplo de perseverancia, fuerza y compromiso social.
En el Centro Muhammad Ali los seguidores de esta estrella crearon un monumento improvisado con flores y textos de admiración para rendir al más grande un tributo que se extiende a los titulares y portadas de los medios de comunicación más importantes del mundo, pero sobre todo a los corazones de millones de fanáticos.
Donald E. Lasserre, presidente de la organización, señaló que el deportista «será recordado por su amor a todas las personas, su capacidad atlética, sus acciones humanitarias, su justicia social y su valentía dentro y fuera del cuadrilátero», aunque agregó que seguramente él habría querido que añadiera a esta lista lo guapo que era.
He shook up the world, and the world's better for it. Rest in peace, Champ. pic.twitter.com/z1yM3sSLH3
— President Obama (@POTUS) 4 de junio de 2016
Sin embargo para honrar el legado de este ícono del boxeo hace falta mucho más que portadas de revista, publicaciones en redes sociales y el reconocimiento de una vida cuyas acciones hablan por sí mismas, y la respuesta para hacerlo ha llegado en sus propias palabras.
Deseo que la gente se quiera entre sí de la forma en que me quieren a mí. Sería un mundo mejor.»