A la memoria de Don Pedro Armendáriz Jr.
Por: Emilio Guerra Díaz
Inicia nuevo año y con él las empresas empezarán a ejercer los recursos que necesitarán para el trabajo de sus distintas áreas de negocio. Sabemos que con mucha antelación muchas empresas elaboran sus distintos presupuestos pero dejan al último el de la fundación. Por ello, en este periodo vacacional, me han consultado qué criterio seguir para crear el presupuesto que una empresa pueda destinar a su fundación para realizar su inversión social.
Además de ser una pregunta harto interesante, existen varias respuestas que tienen que ver con la actitud que tiene la empresa respecto a su interés de inversión social y si lo hace mediante un programa o una fundación o sin ninguno de los apoyos.
Digamos que la intencionalidad empresarial respecto al impacto que busca en la comunidad determina el criterio que muchas veces se sigue y en ocasiones éste se determina de manera subjetiva. ¿Pero existe algún criterio objetivo para tal fin? Antes de contestar analicemos algunas intencionalidades que se ubican entre la visión de gasto o de inversión.
Visión de gasto
Para aquellas empresas que consideran que los estándares de comportamiento de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) determinan “la obligación” de dar donativos a organizaciones, y aquellos corporativos que tienen una fundación cuyos programas y proyectos no están alineados a las actividades empresariales, seguirán estimando que requieren hacer un presupuesto de donaciones dándole un enfoque de gasto.
Ese presupuesto pesará al bolsillo y se dirá que es “dinero tirado a un barril sin fondo” porque se reparte aquí y acullá, para esta y la otra causa. Sucede en algunas empresas que los financieros señalan que hay que hacerlo porque es la labor que encabeza la esposa del Presidente del Consejo de Administración, es la tradición familiar, o porque los fundadores de la empresa siempre fueron generosos. Sin embargo en este caso se privilegia la idea de que las donaciones que haga la empresa deben ejercerse contra entrega de recibo deducible del impuesto sobre la renta.
Otra visión muy similar a la anterior es la que guía a empresas que solamente perciben a la RSC como un “check list” que mis stakeholders palomearán para evaluar si el comportamiento público de la empresa es adecuado, sobre todo el rubro vinculación con la comunidad donde se pone mayor énfasis y se percibe con una visión un poco más integral. Es un paso intermedio entre ver el presupuesto como un gasto o como una inversión.
Sin embargo se titubea sobre el monto que habrá de destinarse como presupuesto, porque a la inversión social de la empresa se le cargan diversos compromisos que aquella asume. A los estrategas financieros y contadores les interesa entonces buscar la manera más eficiente y eficaz para ahorrarle costos a la empresa y estiman, en algunos casos con certeza, que canalizar recursos a la fundación para el cumplimiento de algunos compromisos puede ser un camino. Ellos ven entonces que su fundación es un medio para el cumplimiento de sus metas económico-financieras pero son prudentes con los montos porque a veces es gasto y a veces es inversión.
Visión de inversión
En cambio, una tercera visión la constituye el modelo de inversión social integral de una empresa que tiene un componente (distinto a los dos casos anteriores) para considerar su presupuesto. Aglutina los fines comunitarios que tiene la corporación y detecta de sus necesidades de sustentabilidad, las acciones que va a emprender desde dos presupuestos: el que atañe propiamente a recursos de la empresa (que invertirá para sí misma) y cuyos resultados en lo inmediato se revertirán en beneficio directo de la operación de la empresa y, en segundo lugar, crea un presupuesto de inversión social que ejercerá la fundación o su programa de vinculación con la comunidad, pero hay que advertir que va mucho más allá de hacer donaciones.
La primera vertiente del presupuesto de esta visión se viene realizando desde hace muchas décadas, lo que lo hace diferente ahora es que se integra todo a un “corpus general de sustentabilidad” (bajo el principio de si quiero seguir haciendo negocios debo de implementar cambios y retribuir a la comunidad).
Para explicar este fundamento considere usted el siguiente ejemplo. Una empresa para ser más eficiente en su rentabilidad detecta que requiere emprender acciones de ahorro de energía y agua. Por ello invierte recursos para obtener la misma iluminación con menor consumo de electricidad. Diversas acciones se realizan como el cambio focos, instalación de sensores de paso para iluminar oficinas solo cuando se detectan personas, paredes pintadas de colores claros, diseño de oficinas para aprovechar al máximo la luz solar, disminución de grados del aire acondicionado, etc. No sólo la empresa gana, sino que también estas acciones muestran su interés con la comunidad porque la empresa dispone cada vez de menos energía eléctrica y disminuye su huella de carbono. Así también impacta positivamente a la comunidad. Lo mismo sucede con la utilización de agua: desde llaves ahorradoras del vital líquido en lavabos, reutilización para otros usos, hasta la disposición de aguas negras, etc. La comunidad gana al tener empresas que hacen un uso responsable del agua.
En la segunda vertiente de su presupuesto, la concerniente a la inversión social, que corresponde al que ejercerá la empresa a través de su fundación, se financiarán proyectos de organizaciones civiles que expandan ese interés de la empresa por hacer un uso adecuado tanto de la luz como del agua.
En este ejemplo, pasemos de la teoría a la realidad. Piense en los casos Coca Cola y Walmart. Respecto a Coca Cola, la empresa requiere agua para sus productos. Su presupuesto de inversión le ha llevado a realizar importantes cambios en sus plantas tanto cómo recibe el agua y como la entrega a la naturaleza. En su vinculación con la comunidad ha emprendido cambios en las botellas de sus refrescos que son más amigables con el medio ambiente pero la acción más trascendente es la inversión para la cosecha de agua e invierte recursos en toda la cadena de suministro: involucramiento de comunidades para operar y administrar viveros, acciones de reforestación, cultivo y cuidado de bosques, voluntariado corporativo, limpieza de espacios verdes y financiamiento a proyectos de organizaciones filantrópicas para educación respecto al buen uso del agua, captación y cosecha de agua, etc.
Walmart, además de las ambiciosas metas de ahorro de energía ha incursionado exitosamente en la generación de su propio suministro basado en energía eólica, una fuente limpia. Pero por los propósitos de negocio, las acciones se dirigen a la seguridad alimentaria. En ello basa su quehacer y su sustentabilidad. Por ello desarrolla a proveedores, alienta la producción de alimentos involucrando a toda la cadena de valor. Su fundación refuerza esa visión y apoya proyectos de producción alternativa de alimentos lo que a la vez arraiga a productores con sus tierras.
Estos dos ejemplos muestran entonces que las empresas visionarias integran sus presupuestos sociales a sus propios fines de sustentabilidad beneficiando además a distintos grupos de interés e incluso genera nuevos. Invierten y construyen su retorno de inversión. El presupuesto de la fundación o de su programa tiene entonces un fin vinculado al negocio con esa misma condición.
Ahora bien, contestando a si existe un criterio objetivo para determinar el presupuesto de inversión de una fundación, sí, si lo hay y se recomienda éste pueda al menos contar con el 1% de las utilidades antes del pago de impuestos. Criterio objetivo que además ha orientado la política fiscal, ya que la ley Federal del Impuesto Sobre la Renta actualmente determina que los donativos para empresas y personas físicas serán deducibles hasta el 7% de los ingresos del año inmediato anterior.
Desde el Consejo Directivo:
Don Pedro Armendáriz Jr., quien falleciera la semana pasada fue también un entusiasta colaborador del sector filantrópico. El 25 de junio de 2001, año que se celebró como el del Voluntario por la Organización de las Naciones Unidas, colaboró con el Centro Mexicano para la Filantropía en el lanzamiento público del portal www.hacesfalta.org.mx cuyo patrocinador inicial fue la Fundación BBVA Bancomer. Como amigo de Don Manuel Arango, participó en la narración del documental “Clipperton: Isla de la Pasión”, producida por el empresario y filántropo. Su muerte por cáncer, como la de su padre, inspira a miles de mexicanos a continuar participando directamente con organizaciones filantrópicas para atender distintos tipos de cáncer.
Emilio Guerra Díaz
Emilio Guerra cuenta con amplia experiencia en la Gestión de la RSC, destacando su trabajo en el área de vinculación con la comunidad que potenciar la inversión social empresarial. Ha gerenciado fundaciones empresariales.